La trayectoria cinematográfica de M. Night Shyamalan queda marcada por el estreno en 1999 de «El sexto sentido», un thriller sobrenatural que marcaba las bases del género en la actualidad y que ha sido imitado hasta la saciedad, con un giro argumental final que se ha convertido en una de «las marcas de la casa». Un éxito que le vía libre para construir un filme tan «de culto» como «El protegido», la buena taquilla de la injustamente denostada «Señales» y una estupenda película como «El bosque». La lástima es que a partir del fracaso de «La joven del agua» y con la salvedad de «El incidente» (más a nivel artístico que económico) su estrella empezó a declinar con trabajos tan fallidos como «Airbender» y el espantoso vehículo para convertir a Jaden Smith en estrella «After earth». Una carrera que empezaba a dar síntomas de agotamiento y ostracismo, de no haber sido por Jason Blum, uno de los productores renovadores del fantástico y terror que con su Blumhouse está consiguiendo reventar las listas de las más vistas con bajos presupuestos pero originalidad en los argumentos, como en «La purga», «Insidious», «Sinister» o «Paranormal activity». Gracias a Blum, Shyamalan volvía a un largometraje controlado en guion y dirección por él, como era en la estimable «La visita» y con posterioridad «Múltiple».
Ahora nos llega «Glass (Cristal)», de nuevo producida por Blumhouse y que cierra una involuntaria trilogía
conformada por «El protegido» y «Múltiple», ya que recordamos como en el final de la última mencionada se recordaba a los personajes de la primera. Así, tras un inicio donde vemos a un envejecido David Dunn, en su papel de héroe como «Protector» persiguiendo a «La horda» que ha secuestrado de nuevo a unas jóvenes. Tras el enfrentamiento, ambos son apresados y enviados a un sanatorio mental, donde coinciden con Don Cristal (el villano de «El protegido») bajo la supervisión de una médico que intenta demostrar que todos sufren delirios paranóicos que les hacen creer que poseen superpoderes. Una historia sencilla, rodada en pocos decorados y con unos sencillos, pero eficaces efectos especiales, que se revela como un homenaje al cómic y a la cultura popular donde Shyamalan se convierte en el «maestro de ceremonias», escribiendo un guion que funciona, con ritmo, ingeniosos diálogos y lucimiento para los actores y al que se pueden disculpar las evidentes trampas argumentales, ya que las virtudes del «libreto» superan a los defectos, que al no querer contar más de la cuenta no revelaremos aquí pero cualquier espectador con cierta perspicacia puede descubrir sin problema. Una idea la de unir a los protagonistas en un psiquiátrico que entronca con el «Arkham asylum», donde eran recluidos los villanos de Batman y del que, a pesar de los rumores, nunca se ha filmado ninguna cinta.
Un guion interesante y una dirección magnífica, Shyamalan consigue desplegar todo su buen hacer tras las cámaras como secuencias y planos espectaculares como la llegada a la institución de los tres familiares, cada uno desde un punto diferente y rodada en plano general desde detrás de una ventana o el combate final que es digno de ver repetido. Un «climax» que se va elevando según avanzan las dos horas de metraje hasta la apoteosis del desenlace y su divertido epílogo. Y todo con unos actores que demuestran sus capacidades, con Bruce Willis, con muchos más años que su David Dunn primigenio (y no hablemos de su John Mc Clane de «Jungla de cristal») pero que sigue representando a ese héroe involuntario, marcado por la tristeza y la desgracia, un Samuel L. Jackson que sigue con su buen hacer como actor y su personaje que actúa como «cerebro en la sombra» y de enorme misantropía y odio a la humanidad, casi como un shakesperiano Ricardo III, que mediante la venganza calma la injusticia de su deforma condición y un James Mc Avoy, que tiene la fortuna de tener un papel que es un «regalo» para cualquier intérprete, pues su personaje con múltiples personalidades le ofrece la posibilidad de ofrecer un catálogo interminable de voces y caras distintas. Como cuidadora de esta excéntrica «troupe» aparece la televisiva Sarah Paulson, quien ha triunfado de la mano de Ryan Murphy y que no sé si lo conseguirá en la pantalla grande y como familiares de «La horda», «El protector» y «Don Cristal», una Anya Taylor- Joy al alza, Spencer Treat Clark que repite su Joseph Dunn de «El protegido» veinte años después, lo mismo que sucede con Charlayne Woodard, como la señora Price pero con una caracterización de anciana mejorable.
Todos ellos, junto con unos técnicos solventes, donde destaca el homenaje a la banda sonora de James Newton Howard para «El protegido» por el compositor de «Múltiple» West Thordson y todos bajo la batuta maestra de M. Night Shyamalan, un resurgimiento del cual nos alegramos los amantes de los laberínticos guiones, los giros argumentales y de la historia sobre los efectos especiales. Todo lo que hay que agradecer a Jason Blum y su amor al misterio y al horror.
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