“El Gatopardo” es un incunable de la literatura donde Lampedusa nos ofreció una inmortal historia sobre las vicisitudes de una familia noble siciliana para mantener sus privilegios en un mundo que muta hacia una nueva realidad. De ahí, la mítica frase de que “todo cambie para que no cambie nada”. Además se suma el hecho de forjar una trama- río, de esas ambientadas en varias décadas donde los personajes van evolucionando según contextos, acontecimientos y tragedias personales. Un universo “a caballo” entre dos épocas donde vive el Príncipe de Salina, alguien perteneciente a una clase social y un elegante estatus a punto de desaparecer por el empuje de los “nuevos ricos”, tan pobres en modales que solo tienen dinero.
Y así, por su tono la novela de Lampedusa se emparenta con las “Memorias de ultratumba” de Chateaubriand donde los protagonistas saben que su modo de vida va a desaparecer por otro distinto, menos educado y refinado. El signo de los tiempos. Una decadencia que filmó como nadie Luchino Visconti en su inmortal obra maestra de los sesenta, con Burt Lancaster, Claudia Cardinale y Alain Delon a la que Netflix intenta acercarse en esta nueva miniserie italiana de seis capítulos.
Y el resultado es notable pues han conseguido plasmar a la perfección esa dicotomía que encarna la Sicilia enclavada en el pasado con el pujante avance de Turín y Milán en la construcción de la nueva república italiana frente a la monarquía. Todo con una ambientación fastuosa y un guion que respeta el original para narrarnos una de esas historias de las llamadas “más grandes que la vida”. Y buena culpa de ello la tiene Tom Shankland que dota al producto de un magnífico ritmo narrativo, con un uso medido del “flashback” y unas secuencias que poseen viveza y talento, cosa que ya se pudo apreciar en otra miniserie corta como fue «La serpiente» aunque con un argumento mucho más truculento.
Y si la puesta en escena es brillante, su reparto es el adecuado capitaneado por Kim Rossi- Stuart, encarnando a la perfección el poder que emana Don Fabrizio, con sus virtudes y defectos, y que el actor italiano (con parecido razonable al maduro Alain Delon) explota de forma admirable, acompañado de los jóvenes Benedetta Porcaroli y Saul Nanni aunque el gran descubrimiento (y en lo que supera a la de Visconti) es en la presentación de Deva Cassel, sublime en cada aparición, hija de Vincent Cassel y de Monica Bellucci a la que el futuro le pertenece. Es un paso hacia la modernidad del nuevo cine frente al pasado glorioso de una forma de dirigir que posiblemente no volverá. Y este “El gatopardo” se encuentra entre los dos, así que se agradece que Netflix nos legue estos seis episodios que no llegan a la altura de lo ofrecido por Visconti pero es superior a lo ofrecido por la mayoría de series y películas actuales.
0 comentarios