Segundo acercamiento del chileno Pablo Larraín al cine en inglés tras la interesante «Jackie» en 2016, cinta con la que esta “Spencer” tiene más de un paralelismo pues si en la interpretada por Natalie Portman se nos hablaba en primera persona sobre la tristeza tras el magnicidio de Dallas, esta también se convierte en un fresco sobre el dolor sobre una mujer rota, consumida por la pena, a la que apenas nadie puede ayudar.

La película se centra en los tres días navideños en el castillo de Sandrigham, a principios de los noventa, donde la princesa Diana de Gales llegó a punto de no retorno en su imposible matrimonio con Carlos de Inglaterra. Abandonada por su esposo (centrado en su relación con Camilla Parker Bowles) y con serios desórdenes alimenticios y mentales. Una mujer arrasada en su dolor que apenas encuentra consuelo en sus hijos y que debe mantener el estricto código de honor de la realeza, sometida a su familia y a todos los sirvientes que la vigilan y controlan convirtiendo el lujoso castillo en una prisión, escenificada en la metáfora del frío de las estancias sólo mitigado a base de mantas, decidiendo por tradición no poner la calefacción.

Como en “Jackie”, la historia se cuenta bajo el prisma de la princesa, convirtiéndose ella en la absoluta protagonista mostrando sus miedos e inseguridades. Una angustia vital que apenas le deja respirar, buscando comparación con Ana Bolena, la decapitada mujer de Enrique VIII, a la que ve como un fantasma por la finca de los Windsor y con la única esperanza de escapar de los muros de su cárcel interior llena de suntuosas cenas que vomita por su bulimia, preciosos vestidos que desea destrozar, cortinas cosidas para no ver el exterior y joyas  para ser arrancadas y que las perlas caigan al suelo o a una crema como si de un anuncio de perfume se tratase. En ese malsano ambiente, casi de película de terror, Larraín nos presenta esta segunda entrega de mujeres destrozadas.

Y su dirección es estupenda, filmando con solvencia el quizás repetitivo esquema que ofrece el guion de Steven Knight. La realización funciona desde el arriesgado plano de entrada, en cámara fija viendo llegar una comitiva de vehículos a lo lejos para enlazar en esta primera secuencia como los cocineros y los militares preparan la mansión a sus huéspedes mientras que sola en su Porsche 911, la triste mujer ha escapado la vigilancia de sus escoltas para viajar sola por terrenos que le deberían ser familiares pues en Norfolk se encontraba una residencia de verano de los Spencer aunque como hipérbole de su psique, la joven se pierde en el trayecto. El chileno dirige con gusto, planos cadenciosos por los pasillos y exteriores de Sandringham unidos a los primeros planos de Diana y algunos, como sugeríamos unas líneas más arriba, propios de anuncios de colonia de marcas exclusivas aunque como sucedía en Jackie, se centra en mostrar el dolor de su protagonista y sus visiones del pasado y el presente confundiendo realidad con fantasía, cosa que ayuda la banda sonora del ex guitarrista de Radiohead Jonny Greenwood que transita entre la música de cuerda contemporánea y el jazz, al estilo de sus creaciones para Paul Thomas Anderson.

Y allí surge la interpretación de Kristen Stewart, compleja en cuanto a matices y algo excesiva en su imitación a Lady Di. La otrora estrella adolescente es la razón de ser de “Spencer” en el capítulo actoral y Larraín le ofrece la mayoría de los planos de las casi dos horas de metraje, con pocos secundarios destacados de los que cabe nombrar al eficiente Timothy Spall,  la protagonista de «La forma del agua» Sally Hawkins o el Príncipe de Gales de Jack Farthing, co partícipe en una magistral secuencia en la sala de billar explicando cómo debe comportarse una princesa, evitando mostrar sus problemas al exterior, como sucedía en la cuarta temporada de «The crown» que también se centraba en los incidentes maritales de los sucesores al trono.

Spencer

by: Jose Luis Diez

by: Jose Luis Diez

Cinéfilo y cinéfago, lector voraz, amante del rock y la ópera y ensayista y documentalista con escaso éxito que intenta exorcizar sus demonios interiores en su blog personal el curioso observador

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