Hay que reconocer el talento para el fantástico que tiene el mexicano Guillermo Del Toro, plasmado desde su primera cinta «Cronos». Un amor al cine de género mezclado con surrealistas ambientaciones y una marcada devoción por el cine de bajo presupuesto que aun así se puede ver en producciones más ambiciosas tipo «Pacific Rim». Una carrera que ha ido agrandándose desde el terror más o menos al uso de su «opera prima» o «Mimic», la mezcla con contextos históricos y el melodrama como en «El espinazo del diablo», su confirmación como autor bendecido por la industria con «El laberinto del fauno» o su anterior «La cumbre escarlata» y su gusto por el comic en «Blade» y «Hellboy». Una trayectoria que ahora vuelve a subir un peldaño en Hollywood con «La forma del agua», que le ha otorgado el Globo de Oro al mejor director y que por lo tanto le convierte en el favorito para conseguir la dorada estatuilla el próximo 4 de marzo, emulando a sus compatriotas Alfonso Cuarón y Alejandro González Iñárritu, ganadores en tres de las últimas cuatro ediciones (Damien Chazelle rompió la racha la pasada edición con «La La Land»).
Y «La forma del agua» contiene todo lo que ha ha hecho célebre a Del Toro, pues el largometraje está ambientado en una época pretérita, en éste caso en los años sesenta en plena Guerra Fría, y mezcla con acierto el melodrama con sus pinceladas de «thriller» y ciencia ficción pero sin dejar de ser cine fantástico, gracias a una más que competente dirección y a un guion, que aunque con altibajos, funciona merced a un tono lírico, oscuro y algo pesimista (muy en la línea de Tim Burton, realizador con el que Hollywood tiene una deuda pendiente). El argumento nos cuenta la historia de una limpiadora muda, pero no sorda, que trabaja en un edificio gubernamental para la defensa y que en su rutinaria vida consigue establecer contacto con una criatura acuática humanoide capturada por los militares y que junto con los científicos quieren comenzar unos terribles experimentos para adelantar a los soviéticos en su particular confrontación. De ahí surge el amor entre la mujer y el anfibio, por lo que luchará por fugarse con él de las vigiladas instalaciones y que no sea dañado. Un «libreto» que en estos tiempos donde lo que prima en el cine es la diversidad ha calado hondo en buena parte de los sectores más progresistas del público estadounidense, a pesar de que algunos pasajes sean casi ridículos, como cuando el humanoide saca su lado animal y se come a un gato es exculpado por su dueño o ciertas escenas de sexo innecesarias (masturbaciones en la ducha, la joven hablando a su amiga de como es penetrada por la bestia, aunque eso sí, es políticamente correcta pues respeta a la muchacha, ya que en una escena donde se encuentra trempado, no sigue su instinto y espera a que la joven sea quien decida la cópula). Pero en el fondo, estas lagunas dan igual, lo mismo que el maniqueísmo que subyace y donde los buenos son muy buenos y los malos muy malos, pues la puesta en escena es exquisita, con una fotografía magnífica en colores sombríos que acrecenta la sensación de pesadumbre y tristeza que baña a los personajes, una edición casi perfecta y la banda sonora de Alexandre Desplat que plasma ese mundo entre lo nostálgico y lo lírico. Todo dirigido de forma magistral por un Guillermo Del Toro al que se le nota cómodo en la realización y que va envolviendo a sus personajes positivos en un aura de perdedores que van superándose hasta llegar al hipnótico y precioso final, casi de cuento gracias a la «voz en off», como sucedía en esa genialidad llamada «Eduardo Manostijeras», aunque Johnny Depp resultaba más atractivo que un cruce entre «La criatura del pantano», «El mónstruo de la Laguna Negra» y otros bichos marinos del cine de terror de Serie B.
Y si en la puesta en escena funciona, la dirección de actores es soberbia con todo el reparto en estado de gracia, con Sally Hawkins extraordinaria, que si no fuera por Frances Mc Dormand estaríamos antes una segura ganadora del Oscar y bien respaldada por un fantástico Richard Jenkins, en uno de sus mejores trabajos y una eficaz Octavia Spencer y Michael Shannon, de villano algo histriónico pero es lo que demanda su rol. Un filme donde como se cuenta es mejor que lo que se cuenta, aunque también esto sea interesante.
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