Divertida cinta australiana de terror que con poco consigue el objetivo que no es otro que hacer pasar un buen/ mal rato al espectador. Y seguro que lo consigue, sobre todo al que le den miedo las arañas. Pues este es el punto a su favor pues lo que tenemos aquí es una “home invasión” arácnida en un bloque de apartamentos.
Nada nuevo que no hayamos visto antes en títulos como “Aracnofobia” o con posterioridad “La niebla” de Frank Darabont. La premisa es simple: un ente de otro planeta llega a la Tierra en forma de araña. Una niña adopta a la criatura como mascota y esta según se va alimentando va creciendo hasta convertirse en un voraz asesino que va acabando con animales y humanos hasta que alguien pare al extraterrestre. Una idea que recuerda a “la cosa” o, incluso, “Alien, el octavo pasajero” (sólo hay que ver como eclosiona el depredador).
Filmada con acierto por un especialista como Kiah Roache- Turner, la cinta se ve con agrado merced a un ritmo narrativo adecuado que consigue que olvidemos sus limitaciones pues sus responsables saben que su argumento no puede dar para mucho más y se limitan a ofrecer un “divertimento” ligero en hora y media de duración donde el gigantesco monstruo puede desplazarse de un piso a otro a través de los conductos de ventilación (de nuevo, el “Alien” de Ridley Scott).
El reparto es casi en su integridad australiano aunque la película represente un nevado Nueva York, cosa que recuerda a aquellos largometrajes italianos de explotación que en los ochenta inundaron pantallas de cine y videoclubs donde los guiones se localizaban en Estados Unidos pero todo el equipo técnico y artístico era transalpino. En “Sting”, una de las secundarias es de esa nacionalidad (a pesar de hablar en español en su versión original) aunque no sabemos si puede tener algo que ver con lo antes descrito.
El resto del reparto funciona con la familia protagonista luchando por sobrevivir, encabezados por la joven Alyla Browne, Ryan Corr y Penelope Mitchell aunque especialmente es interesante el personaje de Robyn Nevin, una anciana con alzheimer que deja alguno de los mejores momentos del filme.
Una sencilla idea que asusta, crea tensión y se desenvuelve bien en el terreno de la “serie B” y el terror pero salpimentando el relato con una buena dosis de humor negro. Otra muestra del buen momento del cine australiano que en el campo del horror lleva tiempo dando buenos réditos con bajos presupuestos y pocas localizaciones donde el mejor emblema sería el “Babadook” de Jennifer Kent. Quizás “Sting” no llegue a ese resultado pero tampoco tiene las mismas pretensiones.
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