“Judas y el mesías negro” ha sido la apuesta de Warner para la temporada de premios. Jugada que no le ha salido del todo mal al conseguir diversos premios y seis candidaturas a los Oscar, entre ellos película y guion, aunque su principal posibilidad sea la de actor secundario. Bien, ya que estamos ante una cinta de presupuesto moderado y grandes ambiciones, al ser creada a la sombra de la nueva cultura de la reparación de tiempos pasados y el movimiento Black Live Matters, presentándola como una analogía de esos convulsos tiempos del siglo XX. El problema es que para apostar por este largometraje han decidido ningunear a la superior «Tenet», por las declaraciones de Christopher Nolan en contra de la productora y a favor de presentar su oda a la ciencia ficción de autor en las salas cinematográficas, en plena pandemia, cosa que no gustó a los directivos que desde entonces estrenan sus filmes en sus plataformas en línea, como ha sucedido en España, directamente en alquiler.
Sea como fuese, y no comparando ambos productos, “Judas y el mesías negro” no es una mala película. Dos horas entretenidas de traiciones en un movimiento como fueron los Panteras Negras, surgido para combatir el racismo de una forma violenta y radical, muertos los iconos del pacifismo Martin Luther King y Malcolm X. Entre ellos, Fred Hampton consigue unir a todas las bandas de Ilinois para luchar contra los privilegios blancos y a favor de los derechos de los negros. Eso sí, armados, practicando el terrorismo y postulando el marxismo como línea ideológica, casi como consigna en contra de la democracia estadounidense que les oprimía. Lo mismo sucedió con Malcolm X y sus seguidores, abrazando el islam como contrapoder al cristianismo, base cultural del país norteamericano. Una ideología que Hoover odiaba y combatía con fervor y de cualquier modo, sea legal o ilegal, por lo que consiguió infiltrar un “topo” en la organización. Un delincuente de “poca monta” que fue el causante de la tragedia que nos cuenta el largometraje.
El director Shaka King, cuenta con un reparto acertado donde destacan los convincentes Daniel Kaluuya y Lakeith Stanfield, quien vuelven a coincidir tras la sorpresa que fue «Déjame salir» de Jordan Peele, bien secundado por actores y actrices que mantienen la tensión del relato. Una lucha entre los idealistas de “Panteras Negras” y los intrigantes y manipuladores del FBI, donde militan gente de la valía de Jesse Plemons o Martin Sheen. Quizás, el alegato quede en algo “naif” y maniqueo, donde los buenos son demasiado buenos y los malos muy malos. No hay escala de grises, como sucede en muchos medios de comunicación actuales, donde se posicionan hacia una corriente de pensamiento u otra, perdonando todo de los suyos y magnificando cualquier error del rival. Es el mayor lunar de un guion, por otro lado bien ambientado y con una pareja protagonista bien definida, dentro de una puesta en escena eficaz y con una banda sonora “jazzística” que funciona a la perfección, donde nos alegramos de ver el nombre del excelente músico Mark Isham, de quien hace tiempo que habíamos perdido la pista.
Un título más que sumar a unos cuantos que se han rodado en este año sobre la lucha por los derechos civiles de la minoría afroamericana, como han sido las algo fallidas «Una noche en Miami», «La madre del blues» o la última de Spike Lee “Da 5 bloods: Hermanos de armas” o la algo superior «Los Estados Unidos contra Billie Holiday», mejor filmada que escrita, como sucede con “Judas y el mesías negro”, donde falta algo más de crítica, cosa complicada en estos tiempos de pensamiento adolescente e ingenuo, con juegos de suma cero, donde lo que ganan unos lo pierden otros y donde todo es blanco o negro, bien o mal, justicia o injusticia. Difícil ser ecuánime o lanzar cargas de profundidad.
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