Lo que se podía entender como una pesada broma acaba resultando una de las mejores propuestas de la temporada. Y es que una vez vista, “Get out” se asemeja a un híbrido entre aquella joya llamada “Adivina quién viene esta noche” que con tan buen temple dirigió Stanley Kramer a finales de los sesenta y el “Hostel” de Eli Roth, una pequeña revolución en el cine de horror que fulminó la taquilla, como ha sucedido con “Déjame salir”, horroroso título en español, aprovechando el notable éxito de “Déjame entrar”, la triste y vampírica cinta de Tomas Alfredson y su versión estadounidense. Y no es de extrañar la sobresaliente venta de entradas en los dos lados del charco, demostrando que un director primerizo con actores casi desconocidos puede lograr lo que muchos intentan en toda su carrera.
Comentaba los largometrajes antes referidos, pues la historia gira en torno a una chica blanca de buena familia que quiere presentar a sus padres a su novio negro. A diferencia del clásico con Sidney Poitier, Katherine Hepburn y Spencer Tracy, los burgueses que viven aislados en una cómoda mansión son gente educada y de izquierdas, progresistas que no dudan en repetir que hubiesen votado a Obama en un tercer mandato. Ricos sin prejuicios con profesiones liberales (él cirujano y ella psiquiatra) que aparentan una normalidad que desde la presentación no encaja, merced a un Jordan Peele, que en su “opera prima” nos deja una sensación de desasosiego en los planos, acrecentando la desorientación de su protagonista que sabe que algo raro ocurre allí. Un Peele que sabe ofrecer su crítica social, mezclando el suspense, con el terror y una sutil ironía que tiñe todo el envoltorio. Da igual su disparatado final, hemos entrado en su “fiesta” tanto como guionista como director, por lo que todo es disculpable e incluso acertado con el tono que va adquiriendo su hora y tres cuartos, del que mejor no revelar nada pues perdería parte de la sorpresa.
Un reparto donde destacan los jóvenes Daniel Kaluuya y una Allison Williams, con uno de los personajes más repulsivos que hemos podido ver en años junto a la veterana Catherine Keener y su habitual buen hacer. Ellos son el sustento en el que se cimenta el edificio construido por Jordan Peele, quien ha usado su raza para reírse de los prejuicios y modales de una parte de la sociedad, que existe tanto en Estados Unidos como en España. Esa izquierda demócrata o progresista en España; cultos, refinados, con profesiones liberales en muchos casos, cuando no altos funcionarios y que se caracterizan por una enorme superioridad moral. Ellos son los guardianes de la moral válida y las buenas costumbres, aunque escondan una maldad y un individualismo, incluso superior a la gente “capitalista” a la que detestan, que lavan su conciencia con todos los “mantras” y lugares comunes de lo que Gustavo Bueno llamaba “la izquierda indefinida” en su imprescindible “El mito de la izquierda” y que se representaba, como ejemplo, en la disfuncional familia de Kevin Spacey en el “American beauty” de Sam Mendes. Aunque esta despiadada crítica se acompañe como supuesto entretenimiento ligero pleno de mordacidad y sana “mala leche”, por lo como escribí líneas más arriba se perdonan sus defectos en el tramo final, desquiciado a más no poder pero que posee un magnetismo impropio de un novel, al que habrá que seguir la pista en el futuro.
0 comentarios