En teatro suelen funcionar obras en un único, o pocos, escenarios donde se fabula sobre reuniones entre personajes relevantes del mundo de la cultura, o la política, de las que no ha quedado constancia escrita. ¿De qué hablaron los interlocutores ante hechos u opiniones que han forjado la historia? Así podemos descubrir obras tan interesantes como “El encuentro entre Descartes y Pascal joven”, sobre el único encuentro entre los dos filósofos, «Copenhague» sobre la trascendente conversación entre los físicos Werner Heisenberg y Niels Böhr en la residencia danesa del segundo o «Rojo», sobre los problemas, pictóricos y mentales, de Mark Rothko. Estas, en concreto, no se han llevado al cine pero, como ejemplo, tenemos la espeluznante “Solución final”, sobre la conferencia de Wansee.
“Una noche en Miami” se une a esa tradición de unir a celebridades en un lugar y contexto adecuado para que parlamenten sobre algún tema de capital importancia histórica. En este caso, tenemos a cuatro personas, claves para entender la lucha por los derechos civiles en la América de los sesenta. Nada menos que el líder político Malcolm X, la estrella de la NFL Jim Brown, el cantante Sam Cooke y el boxeador Cassius Clay, todos juntos en la habitación de un motel para celebrar la victoria por K.O. de Muhammad Ali sobre Sonny Liston. Se sabe que eran amigos, y puede ser que se juntasen pero no en esa noche ni en ese lugar.
La cinta es deudora de su origen teatral y, estamos convencidos, que sobre un escenario funcionará mejor. El guion, del propio autor, Kemp Powers acaba resultando poco cinematográfico, demasiado discursivo y sin una separación clara entre actos, con una presentación y desenlace breves que hacen que la más de hora y tres cuartos de metraje se hagan “cuesta arriba” en algunos pasajes, no ayudando la dirección mecánica y nada arriesgada de la actriz Regina King, Oscar como secundaria el pasado año por “El blues de Beale Street”, que hace su debut detrás de las cámaras. Como muchos intérpretes pasados a la realización, pretende que se tome en serio esta nueva trayectoria, con un filme comprometido, con cierto empaque formal y hechos que pueden considerarse trascendentales pero de tono intimista, cualidades que podíamos ver, por citar un par de ejemplos “a vuelapluma”, con Robert Redford con “Gente corriente”, mediocre largometraje que se imponía a “Toro salvaje”, “Tess” o “El hombre elefante” (como podemos leer en el impresionante artículo de Edu Garrido en esta revista) o George Clooney con “Buenas noches y buena suerte” (aunque era su segunda película), alguien con mejores intenciones que resultados.
“Una noche en Miami” se deja ver y tiene pasajes más que interesantes. Es digna pero sin hacernos olvidar trabajos mejores, en todos los aspectos, incluido las interpretaciones, donde destaca el Sam Cooke de Leslie Odom Jr., alguien que proviene del musical (como pudimos observar en “Hamilton) y que consigue transmitir potencia a su personaje, además de poder emular la voz de uno de los mejores cantantes de la historia de la música, con un momento álgido con el inicio “a capella” del himno “A change is gonna come”. Alguien que luchó por los derechos civiles desde su atalaya de poder, con un final trágico, todavía sin resolver como podemos comprobar en uno de los recomendables documentales “Remastered”, titulado «Los dos asesinatos de Sam Cooke». Del resto, las comparaciones son odiosas y el Malcolm X de Kingsley Ben- Adir ni se acerca de lejos a Denzel Washington en la monumental “Malcolm X” de Spike Lee o el Cassius Clay tampoco resiste el envite contra Will Smith en el “Ali” de Michael Mann. Un largometraje que se ve con agrado, plagado de buenas intenciones y de resultado aceptable pero que denota en demasía su origen teatral, un arte compatible con el cine pero con lenguajes diferentes.
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