La sátira política es un subgénero de la comedia complicado de realizar y que lo más normal es que acabe molestando a ciertos sectores de la biempensante sociedad. Ejemplos tenemos en los últimos años con las interesantes «La muerte de Stalin» y «Jojo Rabbit», esta última nominada a unos cuantos Oscars. “Un plan irresistible” parte de una premisa menor, como es la llegada de los asesores políticos profesionales a un pequeño pueblo del interior de Estados Unidos y su humor es miríadas más blanco que el de las dos cintas antes mencionadas pero, con sus defectos, es un producto agradable, con un metraje ajustado y momentos destacados por lo que se cuenta y como se cuenta. Lástima de falta de pretensiones y de molestar a ciertos estamentos, lo cual le hubiese otorgado mucho puntos a su favor.
El encargado de llevar la historia a buen puerto es el casi debutante Jon Stewart, autor del guion y de la dirección. Como escritor cumple, con diálogos en momentos brillantes, mucha verborrea y una clara dicotomía entre el sarcasmo y la ironía de la gente de la ciudad y los buenos sentimientos, la ingenuidad y el sentido de comunidad de los aldeanos. Un argumento que se centra en un estratega político del Partido Demócrata, hundido por la victoria de Trump sobre Hillary Clinton que intenta dar un “golpe” publicitario para sus intereses, aupando a un granjero (antiguo oficial militar) a alcalde de su pequeño pueblo en Wisconsin, gracias a un video viral en internet. Una vez que empieza la maquinaria propagandística, los republicanos también compiten dejando claro, unos y otros, que solo les interesan las encuestas y ganar por encima del bien común o de los habitantes de Deerlaken. Todo queda resumido en el discurso ante unos multimillonarios progresistas, algunos con camisetas “woke”, donde el ex coronel no entiende que estén dilapidando una fortuna en la campaña electoral cuando se podía invertir en una ciudad deprimida, con múltiples negocios cerrados y no muy halagüeña perspectiva. No es la única crítica, pues casi al inicio vemos como en el cuartel general demócrata se basan en el apoyo a minorías y grupos étnicos, todo buscando lo políticamente correcto, eludiendo al votante blanco de esa “América profunda”, dejando caer que ese olvido de las clases populares fue quien otorgó la victoria por sorpresa a Donald Tump. El problema es que el nivel no se mantiene y gran número de “gags” y chistes son demasiado obvios, por lo que la irregularidad reina en todo el relato.
En la realización, Stewart plantea una puesta en escena acelerada que sirve a los ágiles diálogos, a las réplicas y contrarréplicas para lo que se necesita un elenco actoral importante, lo cual se consigue sin problema, encabezados por un “titán” de la comedia como Steve Carell, en un papel que borda y que recuerda un tanto a los interpretados para Adam Mc Key, secundado por gente de talento como Rose Byrne o Chris Cooper.
Un retrato de esta cultura actual, un tanto infantil, donde cultos y pudientes se han erigido como voces autorizadas sobre que debe pensar y, sobre todo, votar el resto de la población. Gente que apoyan cualquier difusa causa o pensamiento laxo, mientras abandona a un segmento trabajador que antes les pertenecía, culpándoles de ser privilegiados y oprimir a otros más desfavorecidos. El problema es que a pesar de controlar los medios, sobre todo la televisión, y generar corrientes favorables, lo que se viene denominando “batalla cultural”, sus ingenuos pensamientos chocan de forma frontal con la realidad, por lo que al final intentan modelar su universo a su ideología, cosa que es peligrosa pues se acaba solo por aceptar los resultados electorales si convienen, tomando las calles si no es de su agrado, lo que acaba degenerando en otros regímenes tan execrables como los que narraban “La muerte de Stalin” o “Jojo Rabbit”.
0 comentarios