Si el anterior poema de Charles Baudelaire, de su obra Las Flores del Mal, dejaba un poco que desear. En el siguiente, Spleen IV, no sucede lo mismo. Pues estamos ante un gran poema profético a la altura de los primeros. En este texto, nuestro poeta augura malos tiempos para la humanidad.
SPLEEN (IV)
Quand le ciel bas et lourd pèse comme un couvercle
Sur l’esprit gémissant en proie aux longs ennuis,
Et que de l’horizon embrassant tout le cercle
Il nous verse un jour noir plus triste que les nuits ;
Quand la terre est changée en un cachot humide,
Où l’Espérance, comme une chauve-souris,
S’en va battant les murs de son aile timide
Et se cognant la tête à des plafonds pourris;
Quand la pluie étalant ses immenses traînées
D’une vaste prison imite les barreaux,
Et qu’un peuple muet d’infâmes araignées
Vient tendre ses filets au fond de nos cerveaux,
Des cloches tout à coup sautent avec furie
Et lancent vers le ciel un affreux hurlement,
Ainsi que des esprits errants et sans patrie
Qui se mettent à geindre opiniâtrement.
— Et de longs corbillards, sans tambours ni musique,
Défilent lentement dans mon âme ; l’Espoir,
Vaincu, pleure, et l’Angoisse atroce, despotique,
Sur mon crâne incliné plante son drapeau noir.
HASTÍO (IV)
Cuando el cielo bajo y pesado de nubes se cierna como una cubierta
sobre el espíritu lamentoso, presa de los muchos problemas,
así como del horizonte abarcando todo el círculo
se nos derrame un día oscuro más triste que las noches;
Cuando la tierra se convierta en un calabozo húmedo,
donde la Esperanza, como un murciélago,
vaya chocándose contra los muros con su ala débil
y golpeándose la cabeza con los podridos techos;
Cuando la lluvia esparciendo sus inmensos regueros
de una extensa prisión imite los barrotes,
y un pueblo mudo de infames arañas
venga a extender sus redes en el fondo de nuestros cerebros,
las campanas repentinamente saltarán con furia
y lanzarán hacia el cielo un grito espantoso,
como el de los espíritus errantes y sin patria
que se ponen a lloriquear decididamente.
— Así como largas carrozas fúnebres, sin tambores ni música,
marchan lentamente dentro de mi alma; la Esperanza,
derrotada, llora, y la atroz Angustia, despótica,
sobre mi cráneo inclinado planta su bandera negra.
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