Junto a Christopher Nolan, el canadiense Denis Villeneuve es el mejor exponente de la ciencia ficción contemporánea. Además arriesgando pues a la excepcional «La llegada» le siguió la más que interesante secuela de «Blade Runner» (cada vez más al alza, con el paso del tiempo) concluyendo con la primera parte de «Dune», adaptando en dos filmes el primer libro de la inmortal saga de Frank Herbert. Y si el resultado de la primera era satisfactorio mejora con esta continuación.
Una labor titánica la de llevar al cine todo el compendio de planetas y nombres que imaginó la “pluma maestra” de Herbert que nunca ha llegado a estas cotas de excelencia pues la anterior cinta de David Lynch no cumplía las expectativas (aunque poseía buenas secuencias como la prueba de la caja a la que somete la Reverenda Madre de las Bene Geserit a Paul Atreides que Villeneuve no cambia), Jodorowski no pudo dirigir y la miniserie de “Hijos de Dune” fracasaba. Y es que por los motivos antes expuestos es medio imposible adaptar el libro con bien tino.
Y ahí emerge la figura de Villeneuve que no solo respete el material original, ofreciendo alguna variación que no limita el relato sino que ofrece una interpretación política diferente sin dejar de ser “Dune”, ya que en la primera parte los Atreides estaban vinculados al mundo hispanoamericano con constantes representaciones del mundo taurino en contraposición a los Harkonen que encarnan la violencia de los totalitarismos europeos del siglo XX (en esta aumentan las cotas de terrorismo de estado y pueblo reprimido junto a las grandes manifestaciones de masas, con tropas vestidas de negro a lo Gestapo). Parecía que la solución era la unión de latinos y musulmanes que encarnarían los Fremen. En esta segunda entrega los Fremen se acercan al “yihadismo” con atentados para debilitar los cimientos Harkonen, desde una base casi teocrática en la que se nombran a los “fundamentalistas” y el “profeta”. Una base religiosa (que posee la novela) ciertamente religiosa que que Villeneuve lleva siempre a buen puerto, incluyendo las reflexiones filosóficas y los “flash forward” que van aventurando el futuro pero manteniendo el interés en lo que estamos viendo.
Y todo filmado como una “space opera”, utilizando el plano adecuado en cada secuencia, presentando de forma admirable a cada personaje y su evolución, epatando con los efectos especiales pero integrados a la perfección en el soberbio guion de Jon Spaith y el propio Denis Villeneuve e incluyendo una admirable banda sonora de Hans Zimmer (que recuerda a las compuestas con Christopher Nolan) o la inmensa fotografía que nos permite sentir el desierto o la frialdad de Arrakeen con una paleta cromática de colores nada cálidos pero convenientes.
Una puesta en escena sobria, con nulo sentido del humor (falta un personaje como el Duncan Idaho de Jason Momoa) pero que narra sin titubeos el “viaje del héroe”, no solo de Paul Atreides, que se debate entre el ser y el deber ser, sino también de su madre. Y además aderezado con un buen reparto que quizás sea lo menos sobresaliente pues a pesar de que Timothée Chalamet y Zendaya cumplan les falta algo de química. No así a Rebecca Ferguson y Javier Bardem (quizás este último algo histriónico) que evolucionan hacia el terror y la religiosidad y los villanos con Stellan Skarsgärd y un espeluznante Austin Butler.
“Dune” es seguro que va a trascender y convertirse en lo mejor realizado sobre las novelas de Frank Herbert. Además su campaña de financiación es admirable pues sólo se rodará una próxima entrega en caso de éxito de taquilla. Sucedió con la primera y visto el buen rendimiento de esta segunda entrega seguro que ya van preparando el siguiente libro de la saga. “El mesías de Dune”. Los cimientos del edificio ya están en esta y sólo nos queda esperar. Es magnífico cuando se unen el talento y la comercialidad como ha conseguido ese genio llamado Denis Villeneuve.
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