La carrera del canadiense Denis Villeneuve es claramente en ascenso pues tras las interesantes “Incendios” y «Enemy», firmó en 2015 y 2016 dos obras maestras del cine contemporáneo como son «Sicario» y «La llegada» que le situaban como uno de los grandes realizadores del siglo XXI. Podría haber seguido por esa línea pero aceptó el reto de una continuación a uno de los grandes tótem del cine como fue «Blade Runner 2049», de la que salió ileso y que le confirman como uno de los más prestigiosos directores de ciencia ficción, por lo que en “otra vuelta de tuerca” acomete otro monumento (en este caso literario) como es trasladar a imágenes la monumental “Dune”.
Y es que la novela de Frank Herbert parece inadaptable al séptimo arte por su estructura basada en pensamientos, reflexiones más o menos filosóficas y monólogos interiores de los personajes sumado a una estructura compleja. Este tipo de libros no han tenido suerte en pantalla grande como sucede como “La fundación” de Asimov (mi preferencia en este tipo de sagas espaciales) nunca llevada al cine, el fracaso económico y artístico de «El juego de Ender» o de la primera versión de “Dune” de David Lynch, un largometraje de algo más de dos horas que intentaba sintetizar el primer libro entero, lo cual es imposible.
Villeneuve gasta más de dos horas y media en narrarnos la primera mitad de “Dune”, confiando en una gran taquilla para poder filmar la continuación. Una arriesgada maniobra la de Warner porque al ser una superproducción se va a necesitar que mucha gente vaya al cine. La cinta lo merece porque Villenauve ha sido fiel a la letra y espíritu de la obra de Herbert en un guion de Eric Roth, Jon Spaiths y el propio Villenauve bien trabajado donde se consigue que el largometraje sea más comprensible que el de Lynch, variando sólo un par de personajes cambiando el sexo al médico Kynes y convirtiendo a Feyt y Rabban en uno solo. No importa demasiado ni en el primer caso y en el segundo la presencia de Dave Bautista como “Bestia” le convierte en un temible rival para Paul Atreides en el desenlace de la continuación todavía no rodada.
En lo visual, Villeneuve sabe integrar los portentosos efectos especiales, con esas inmensas naves espaciales o los aterradores gusanos del desierto, dentro de una narración compacta y emocionante pero contado en un tono de tragedia clásica, con los personajes marcados por el destino, con gestos serios y adustos en una atmósfera sombría en el vestuario y en la extraordinaria fotografía de Greig Fraser, sumado a la constante banda sonora de Hans Zimmer que no permite que olvidemos a ese otro gran renovador de la ciencia ficción actual como es Christopher Nolan. Sin duda con ambos, Warner Bros ha apostado pues sus dos magnas obras son las más grandes estrenadas desde que se volvieron a abrir las salas tras el confinamiento.
El reparto es asombroso y Timotheé Chalamet es un estupendo Paul Atreides, emulando al Kyle Mc Lachlan de la de Lynch (sin duda lo mejor de la cinta de 1984), acompañado de una actriz al alza como Rebecca Fergusson y un correcto Oscar Isaac como nexo central de la casa Atreides, Stellan Skargsgard y Dave Bautista como representantes de los Harkonen y Zendaya y Javier Bardem en los Fremen, con las presencias de unos convincentes Jason Momoa (que funciona a la perfección como Duncan Idaho), la terrorífica Bene Gesserit de Charlotte Rampling o Josh Brolin como maestro de asesinos. Un reparto compacto que funciona a la perfección pero integrado en la historia, a la que Villeneuve somete su magno espectáculo, con esos toques de filosofía, reflexión, espiritualidad y algo del pesimismo que han caracterizado su portentosa filmografía y que le han convertido, por méritos propios, en uno de los más capacitados autores del panorama cinematográfico actual.
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