Parece claro que el hijo de Anthony Perkins, Osgood Perkins se está convirtiendo en los últimos años en uno de los estandartes del nuevo cine de terror. De momento, su filmografía es escasa (sólo cinco títulos) pero de entidad pues debutaba con la interesante “La enviada del mal”, a la que seguía ese cuento malsano para Netflix con el hipnótico título “Soy la bonita criatura que vive en tu casa”, la curiosa “Gretel y Hansel: un oscuro cuento de hadas” y el “espaldarazo” definitivo con “Longlegs”.
Ahora, de la mano de Atomic Monster, productora de James Wan, adapta libremente un cuento de Stephen King para ofrecernos una comedia negra, con mucho gore en la línea de “Destino final”, donde la muerte (en este caso invocada en el interior de un mono de juguete) idea originales crímenes, sangrientos e hiperbólicos. Junto a la célebre saga de principios de siglo podemos encontrar referencias al cine de Wan, sobre todo a “Silencio desde el mal” y su marioneta asesina, o a alguno de sus colaboradores como su director de fotografía John R. Leonetti, que tras “Annabelle”, dirigió sin el paraguas del universo Wan, un filme como “Siete deseos”, en la misma línea de los tratados antes.
Eso sí, Perkins no conduce ni su guion ni su puesta en escena hacia el terror pues lo que construye es una macabra broma, hiperbólica y espídica donde todo fluye a gran velocidad en noventa minutos, duración más que suficiente en una epopeya hemoglobínica donde unos hermanos que se odian encuentran, tras la muerte de su padre, el juguete de un simio tamborilero que cuando toca su música alguien cercano muere de forma espantosa, cesando con la defunción de la madre. Años después, ante los traumados hermanos que han rehecho sus vidas, el condenado mono vuelve a aparecer y con él su ola criminal. La misión de unos de ellos será acabar con el horrible objeto, en manos del repulsivo hermano.
Y poco más hay, en un banquete de vísceras y sangre que toma el modelo del cine de bajo presupuesto de los ochenta y noventa (del que bebía “Destino final”) con una premisa de que los juegos infantiles pueden ser terribles vista en clásicos de esa época como “Gremlins” o “Jumanji”. Un “divertimento” bien filmado, sin más pretensión que hacer reír y sorprender al espectador con los increíbles crímenes.
Y el reparto, donde el único rostro conocido entre los protagonistas es el de Theo James, quien llegó a la fama con la serie “Divergente”, sigue esa línea de exceso con personajes histriónicos, incluidos como secundarios el propio Osgood Perkins y Elijah Wood que acaban convirtiendo a “The monkey” (¡Qué manía la de no traducir al español!) en una cinta que si se ve sin exigencia entretiene.
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