Quizás la película que mejor ha entendido el mensaje de Maquiavelo ha sido “El Padrino” donde todo son negocios y, por lo tanto, no hay nada personal. “Los Soprano” llevó esa máxima al paroxismo. Alianzas según interés, gente que se aprecia pero que no duda en hacer el mayor mal si está en juego la pérdida de estatus o poder. Como explicaba a la perfección el pérfido personaje que interpretaba Kevin Spacey en “House of Cards”: “-Detesto a las personas que ambicionan el dinero en vez del poder-“. Y es que el poder ha sido un eje fundamental en las tragedias de Shakespeare: desde “Macbeth” a “El Rey Lear”. Y algo de esta última hay en “Succession”, altísima televisión que llega a su cuarta y última temporada.
Una conclusión que comienza fuerte con una sorpresa que llega demasiado pronto, perdiendo a uno de los ejes vertebradores de la serie pero que deja vía libre a la sucesión, de la que habla el título, con una guerra abierta de todos contra todos, forjando vínculos y traiciones sin que a nadie le tiemble el pulso si con ello se consiguen sus objetivos. Intentaremos no desvelar demasiado de la trama pero, de nuevo, los guiones son terroríficos, con excelentes diálogos que unen lo grosero con el esnobismo, lo culto y lo canalla. Una familia disfuncional que se ama y se odia a la vez en una empresa donde reina esa dicotomía entre el afecto y el desprecio. Todo por seguir manteniendo el control y seguir amasando poder y fortuna aunque esta última no se gaste en varias vidas.
Uno de los fuertes del producto creado por Jesse Armstrong, junto a Will Ferrell y un “peso pesado” como Adam Mc Kay, es que como en “El Padrino” o “Los Soprano” no existe un solo héroe o un villano. Todos lo son a la vez y eso hace que aunque no empaticemos con ninguno sí comprendamos sus actos. Y además la puesta en escena sigue siendo excepcional, emergiendo la figura de Mark Mylod, convertido en el realizador principal de estas últimas temporadas.
Para el recuerdo quedan el tercer y el octavo episodio junto al capítulo final, todo un compendio de lo que ha sido “Succession” en los años precedentes. Una serie que se va pero que dejará una huella indeleble como ha sucedido con las antes citadas (si bien es cierto que “House of cards” cayó en picado en su sexta entrega). Y unos personajes inolvidables como los bipolares hermanos encarnados por Jeremy Strong, Kieran Culkin y Sarah Snook y el mediocre Alan Ruck (ese que sin trabajar en su vida aspiraba a presidir Estados Unidos), los “trepas” interpretados por un genial Mathew Mc Fayden, con su inesperado final, y Nicholas Braun, ganando peso Alexander Skarsgard y perdiéndolo Brian Cox aunque el legado que deja en una de las mejores actuaciones de su carrera (recordemos que fue el primer Hannibal Lecter en la estupenda “Hunter” de Michael Mann) quedará tanto como su cínico Logan Roy. Y es que no hay mejor resumen que decir que “Succession”, una vez acabada, es por méritos propios patrimonio del audiovisual, un producto para ser recordado en el futuro que además ha sabido finalizar en el momento exacto.
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