El amor vendría a ser algo como el silencio, como la democracia, que, si no se hacen, nos deshace. El amor debe ser lo contrario al silencio tonto de la noche, a los totalitarismos. Tenemos que hacerlo para que exista. No existe por sí mismo. Es una creación del hombre que nace de sus adentros. Pero hay que querer hacerlo para que se manifieste en hechos, en resultados beneficiosos para los demás e indirectamente para uno mismo.
Nos molesta perder el amor, pero perdemos su llama, no el amor en sí mismo. Siempre hay ascua y debemos saber encenderla otra vez y, sobre todo, mantener esa llama.
¿Amamos de manera natural? ¿Espontánea? O esa llama que viene y va, nos es insuflada. Cuando nacemos somos potencial amor medible. Pero las manos del hombre amargan al hombre, se estrechan como un litoral abandonado, dice el poeta.
¿El amor se defiende con amor? Una vez vi una mujer maltratada hasta la extenuación. Y su última y única respuesta adaptativa era el amor. Esto me hizo pensar que quizá el hombre esté puesto en el mundo para seguir sufriendo y sudando amor, a pesar de los pesares.
¿Se puede aprender el amor sin sufrimiento? Lo que debemos aprender, ya lo conocimos en la niñez. Ser felices, disfrutar con amigos de un triunfo esas tardes interminables de verano. Ahora hay mil cursos de coaching que nos enseñan a recuperar lo que nos han quitado en silencio, sin apenas haberlo advertido. El hombre no es tan tonto, aprende pronto la felicidad, igual que un niño aprende rápido a tocar un instrumento. ¿Nos han engañado con la felicidad?
Maravilloso, como de costumbre. Gracias por compartirlo.