Desde la monumental “El señor de los anillos” de Peter Jackson, las aproximaciones posteriores no llegaron, ni de cerca, al grado de excelencia del universo de Tolkien pues “El Hobbit” era alargado hasta la extenuación, ya que con una novela no demasiado larga filmaban hasta tres películas de cerca de tres horas y en la serie “Los anillos de poder” sus responsables parecen no haber entendido nada del mundo del escritor inglés.
Esta “El señor de los anillos: La guerra de los Rohirrin” supera con creces los anteriores filmes aunque dista de ser un largometraje perfecto pues algunos momentos están descompensados en ritmo y en sus dos horas y diez minutos de metraje existen algunos tramos irregulares. Sobre las pocas páginas escritas sobre el hecho descrito en la película tuvimos la fortuna de contar con las opiniones de dos expertos en “El señor de los anillos” y nos aseguraron que su representación es fiel. Además el guion está bien planteado, necesitando de cuatro profesionales para ofrecer el espectáculo requerido con traiciones, épicas batallas y resistencia al asedio. Quizás tiene demasiada carga de intrigas palaciegas, empoderamiento femenino y lectura política, lo que le acerca más a “Juego de tronos”, y algunas secuencias como el primer combate contra el olifante salvaje pueda recordar a “La princesa Mononoke”.
Esa lectura de la cinta de Hayao Miyazaki no es gratuita pues la animación propuesta por Kenji Kamiyama bebe de la del maestro japonés con una animación limitada con gusto por el paisaje, donde la pincelada es más precisa, tanto en los espacios naturales como en los guiños a la obra original pues podemos ver la torre de Isengard, el Abismo de Helm o al mago Saruman con idéntica concepción como el diseño de Peter Jackson que aquí se limita a la producción ejecutiva. Una técnica que le reporta buenos dividendos al poder alargar la historia y profundizar en los personajes, sobre todo en los principales y ofrecernos la eterna lucha entre la bondad y la mezquindad, el amor y el odio o la valentía frente a la cobardía.
Técnicamente es correcta, algo conservadora pero más que suficiente para disfrutar de estas más de dos horas, narradas desde el punto de vista de Eowyn, cuya voz en off nos introduce en su épica aventura, subrayada por la banda sonora donde sí se nota gran diferencia entre los compuesto por Howard Shore para la oscarizada trilogía y lo musicado por Stephen Gallagher que intenta mantener el poso de Shore pero queda a kilómetros, sin estar mal.
Un producto que nos lleva de nuevo a la “Tierra Media tolkiana” (nada que ver con “Los anillos de poder”) de forma atractiva y que augura un halagüeño futuro para continuar con más hazañas contadas en “El señor de los anillos”. Esta primera, con sus pequeños defectos, es un notable ejercicio y una buena muestra de unir la épica del insigne profesor de Oxford con las técnicas del “anime” nipón.
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