Sexto álbum en solitario de Alan Parsons desde que separó su camino de Eric Woolfson y el inolvidable Alan Parsons Project. Un camino que comenzó en 1993 y que parecía acabado en 2004, ya que quince años pasaron hasta que en el 2019 publicó el anterior “The secret” con el que volvió a girar. Ahora nos llega este “From the new world”, que nos conduce a los conocidos terrenos pasados dentro del rock progresivo y sinfónico que deja claro en una portada futurista con un hombre de espaldas, a lo “Caminante en un mar de nubes” de Caspar David Friedrich, en un planeta de ciudad futurista, con pirámides e inmensos satélites alrededor.
Ese espíritu clásico lo podemos comprobar en el inicio de “Fare three well”, con el sintetizador y la guitarra recordando el de temas como “Sirius” para pasar por un guitarreo que lleva a un bello medio tiempo a lo Pink Floyd en sus estrofas y algo más pop en su estribillo (no olvidemos que Parsons fue el ingeniero de sonido del “Abbey Road” o el “Dark side of the moon”). Una muestra de rock progresivo de altura, coronado por los múltiples cambios de ritmo y el golpe de saxo de Todd Cooper en un adecuado inicio de más de cuatro minutos y medio que continúan con “The secret” que bajo un comienzo de tintes orientales nos lleva en ese espíritu mágico del anterior Lp de nombre homónimo. Una canción en medio tiempo que parece una total continuación de esta nueva etapa de Alan Parsons que trasciende en otra atmósfera clásica en “Uroburos” donde destaca la voz más rockera de Tommy Shaw de Stix, en contraste con las de las dos primeras melodías cantadas (muy bien) por Mark Mikel, que le da un tono. De lo que no cabe duda es de la elegancia en las composiciones, cosa que se puede ver en la a primera vista más simple “Don´t fade now”, reflexiva y con el solo acompañamiento de la guitarra y la voz de Alan Parsons en la estrofas hasta llegar a un estribillo con coros y más orquestaciones aunque melódico hasta el delirio.
Un piano parece erigirse en protagonista en los primeros compases de “Give’ Em my love”, una balada de otra época cimentada en la preciosa voz de James Durbin, un tipo cantera del “American idol” estadounidense pero a mitad de la tonada la canción pega un giro total para convertirse casi en A.O.R. con la presencia en las seis cuerdas de Joe Bonamassa. Más baladas a lo Pink Floyd tenemos con “Obstacles”, de nuevo con Mark Mikel como soporte vocal para dejar paso al piano nostálgico de “I won’t be led astray” que guarda paralelismos como “Give’ Em my love” pues tenemos otra colaboración de envergadura gracias a la voz de David Pack y la guitarra de Bonamassa aunque con un “crescendo” menos marcado que en la canción antes referida y que nos presenta la parte final del álbum con “You are the light”, otro medio tiempo con Dan Tracey de vocalista y más movido, sobre todo en su estupendo estribillo a dos voces apoyados por el lastimoso punteo de guitarra. “Halos” recuerda algo al “Eye of the tiger” de Survivor aunque llevándolo a su onda más tranquila en medio tiempo, cantado por P.J. Olsson y toques futuristas electrónicos, lo cual supone cierta novedad en un álbum que si tiene algún defecto es el tono calmado en la casi totalidad de las melodías pero no hay que olvidar que ha sido el “modus operandi” del músico británico en su extensa trayectoria. “Goin´home” se debate entre la canción tradicional, la que podemos encontrar en los títulos de crédito de una película de James Bond y homenaje a la novena sinfonía de Dvorak y que nos conduce a la final “Be my baby” (curiosamente es la más corta pues no llega ni a tres minutos), una curiosa versión de la canción de las Ronettes que marcan los últimos compases de unos cuarenta y cinco minutos de duración de este “From the new world”, disco para degustar con una buena copa de vino, relajado y tranquilo sea en la comodidad del hogar o en directo cuando se vuelva a tener oportunidad.
Faltó el tema instrumental, algo a lo que Alan Parsons nos tenía acostumbrado. De todos modos creo que los fans como yo que lo seguimos desde Tales…. encontramos que cualquier tema secundario de los primeros álbumes supera en calidad y elaboración musical al más importante de los últimos registros.