Recuerdo una conversación ya bastante añeja, en un bar con unas cervezas de más con un tipo que quería a toda costa hacer de los músicos “Heavys”, los más drogadictos, mujeriegos y con la música más dura de escuchar. Era para el algo esencial que sus amados músicos a los que dígase de paso también admiraba tenían que ser los mas “duros”.

Le discutí abiertamente su teoría de autodestrucción y de vida desesperada con simplemente tres nombres ilustres del Jazz. Asimismo, le di como deberes, escuchar tres discos , no más y que me dijera si aquello no era más “Heavy” de lo que el pretendía. Aquellos tres músicos eran Art Pepper, Charlie Parker y Chet Baker.

Muchos de aquellos músicos tenían una esposa y un hijo en casa esperándolos, pero los que además habían nacido siendo negros en la tierra de la libertad, tenían que lidiar con un racismo violento e irracional. La mayoría de los yonkis del Jazz empezaban a consumir por la fatiga de estar en la carretera y deber soportar esa falta de empatía de la gente hacia ellos. En el caso de Art Pepper, él mismo reconocía que era un mal tipo, Art era peligroso, un tipo que pasó años en prisión y que abuso de la heroína durante años. Su autobiografía Straight Life: the Story of Art Pepper, coescrita con su tercera mujer Laurie Pepper es un libro “punk” al nivel de “Please Kill Me”. Una lectura más que recomendable para cualquier amante de la novela negra de no ficción con el Jazz de telón de fondo y la heroína salpicando cada capítulo.

Charlie Parker, apodado “bird” y héroe de nuestro añorado Charlie Watts, además de ser un genio con el saxo era adicto a la heroína casi desde su adolescencia, y lo peor es que muchos le imitaban en su adicción pensando que aquella substancia les daría la genialidad que poseía a la hora de tocar. Cuando murió con apenas 34 años, el forense que realizó su autopsia estimó erróneamente que el cuerpo de Parker tenía entre 50 y 60 años.

Por último Chet Baker, el que seguramente es uno de los casos más tristes de los que la droga puede llevar a destruir un ser humano, un tipo con talento, tanto con la voz y la trompeta, una cara de ángel, pues era apodado el James Dean del Jazz, que hacía que las mujeres se pusieran a su pies. Además Baker era conocido por abusar y estafar a las mujeres y meterse en trifulcas donde siempre salía mal parado. Hablar de Chet Baker y su autodestrucción coparía páginas y páginas. Se han hecho documentales y películas del auge y caída a lo más bajo de una de las estrellas más míticas de Jazz. La conexión entre el jazz y el abuso de drogas es algo más que conocida y estuvo casi al nivel de una epidemia. Sí es verdad que a diferencia del rock, las condiciones sociales y económicas influyeron en este problema, el uso de estupefacientes era algo prácticamente aceptado en la comunidad del jazz. La heroína, la cocaína y la morfina como una forma de hacer frente a la vida y no como sustancia creativa.

La conexión jazz-heroína se hizo gráficamente en la novela de Nelson Algren de 1949, El hombre del brazo de oro, más tarde llevada a la pantalla por Otto Preminger con un Frank Sinatra aka Johnny Machine como adicto y batería de Jazz. Fue la primera en abordar el problema del consumo de drogas ilícitas tan abiertamente. Ya un pionero del Jazz declaraba por entonces: “Artie Shaw declaró: “El jazz nació de una botella de whisky, se crió con marihuana y expirará con cocaína.”

En los años donde el BeBop era predominante en la escena musical, el hospital de la prisión federal de narcóticos en Lexington, KY, tenía una clientela tan rotativa de músicos de jazz que al final tenían una gran biblioteca de música de jazz y una banda con la elite entre sus filas.

Pero evidentemente el consumo de estupefacientes venía ya desde mucho antes, siempre ha estado en la historia, Berlioz consumía opio y los músicos de Blues se volaban las neuronas a finales del siglo XIX, con lo que pillaban a mano. Es curioso que, por aquel entonces, en el sur de los Estados Unidos, cuando los negros tenían ya derechos como ciudadanos libres gracias a la guerra civil que enfrentó al norte con el sur, se tramase una artimaña para convertir al negro en el drogata, violador y malhechor. El objetivo era conseguir una nueva percepción racista sobre ellos. Si además eran músicos y la miseria hacía que tuviesen que recurrir a cualquier cosa para olvidar sus penas, se echaban al gaznate lo primero que encontraban. Como, por ejemplo, los famosos canned heat. Era así como se llamaba al sterno, un combustible para cocinar que los pobres alcohólicos empleaban como sustituto del alcohol. Consistía en una gelatina hecha de etanol, metanol y agua, con un tinte color rosa, por lo que algunos lo conocían con el nombre de pink lady, old jelly o squeeze. Por otro lado, la hipocresía con los intentos de prohibir la marihuana en el sur durante la década de 1920 dio pie a unos lanzamientos discográficos apodados “reefer records uninhibited”, Creando una especie de músico de Jazz outlaw.

Estas “Reefer Songs” fueron un verdadero subgénero típicamente impulsado por compositores negros que se interpretaban en lugares evidentemente no segregados, donde la gente se daba a su placer culpable y se alababa el placer de fumar la hierba de la risa.

“If You’se a Viper” de Stuff Smith, “A Viper’s Moan” de Willie Bryant y “Song of the Vipers” de Louis Armstrong, gran consumidor de hierba por cierto, se refería originalmente con el término viper al silbido creado cuando se daba una calada a un porro.

Para terminar, una pequeña lista de discos imprescindibles, tanto por su música como por su aporte histórico musical, en donde o los músicos o las composiciones parecen a veces sucumbir a la seducción de la amapola, del cáñamo y de la nieve. Desde el canto sobre los fumaderos de opio chinos con «Minnie the Moocher» de Cab Calloway a “ Wacky Dust” sobre la hierba de la risa, que hasta la mismísima Ella Fitzgerald interpretó.

Y otros discos de músicos tan maravillosos, tan fuera de órbita que parecen que se han “metido un cocodrilo por vena” como los del increíble Sun Ra que evitó personalmente las drogas, el alcohol y el sexo.

En “The Sensational Guitars of Dan & Dale” no sé si circulaban drogas o simplemente era genialidad pura. Aquí miembros de la Sun Ra Arkestra graban un álbum instrumental con Al Kooper and the Blues Project titulado “Batman and Robin” bajo el nombre de “The Sensational Guitars of Dan and Dale”.

 

 

Art Pepper – The Trip

Art era un tipo arrogante, duro de pelar y adicto a muchas cosas, pero su calidad como músico es indiscutible. En este disco acompañado por Elvin Jones, George Cables, David Williams, Pepper interpreta una serie de clásicos y tres composiciones suyas compuestas en 1963 mientras estaba en San Quentin, por un asunto de drogas. Destacar el tema que da título al disco “The Trip” en el que Art comparó el jazz con la narración de las historias que vivió en la cárcel entre los prisioneros. The Trip marca una especie de punto de inflexión en la carrera de Pepper. Unos meses más tarde, Pepper grabará sus memorables conciertos en el Vanguard y “No Limit”, es uno de sus discos más redondos. Una serie de discos marcados por años de prisión, curas de desintoxicación, historias de amor tumultuosas y esa losa que es para muchos artistas el tener que lidiar con la celebridad.

 

 

 

 

Ray Charles – Crying Time

En 1961, Ray declaró que era drogadicto desde los 16 años tras un redada en un hotel, aunque no fue arrestado y siguió con el asunto. No fue hasta unos años más tarde cuando Quincy Jones y el reverendo Henry Griffin llevaron a Ray a que se alejara de la gente que le proporcionaba las drogas. Los que le rodeaban eran los principales responsables de su consumo de drogas; Charles no podía obtener ni administrarse drogas a sí mismo debido a su ceguera. En 1964, fue arrestado por posesión de marihuana y heroína y, tras una estancia en el Hospital St. Francis en Lynwood, California, donde dejó su adicción en 96 horas!, fue sentenciado a cinco años de libertad condicional. Su abuso de drogas, el hospital y las malas frecuentaciones, Ray los convirtió en un apasionado disco titulado “Crying Time”.

 

 

 

 

Bill Evans – You Must Believe In Spring

Un tipo con un talento monstruoso, posiblemente mi pianista favorito de Jazz, y un empedernido adicto, hasta el punto que Evans dejó su adicción a la heroína, solo para volverse adicto a la cocaína, llegando a tomar varios gramos diarios. Un aclamado crítico de Jazz describió la lucha de Evans con las drogas como «el suicidio más largo de la historia». El que seguramente ha sido uno de los mayores influyentes al piano para generaciones venideras, era capaz de tocar con los dedos hinchados como salchichas o una mano paralizada, encorvado sobre su piano, perdiéndose en una telaraña de teclas negras y blancas. Pero siempre a la altura de su don. La funda otoñal de este disco, decorada con una pintura de Charles Burchfield contiene bálsamo para la mente, interpretado por un ser atormentado. Todo es tocar el cielo, una mirada al firmamento y perderse nota tras nota, hasta cuando Evans decide cerrar el disco por una interpretación de «Theme From M*A*S*H*» de Johnny Mandel. Dicha composición, años más tarde, en una noche en un club de San Francisco, Evans tocó y comentó que la canción también se la conocía como «Suicide Is Painless». Dos semanas después, murió.

 

 

Chet Baker – Chet is Back!

Otro disco de Jazz que celebra la liberación momentánea de la dependencia a la droga. En 1960, Baker se instaló en Italia, concretamente en la habitación 15 del Hotel Universo. Durante aquella época aparecería en la película “Uriatori Alla Sbarra” una comedia en la que se le acredita como ‘l’americano’. Pero también fue en aquella época cuando se volvió adicto a la heroína, lo que llevó a Baker a estar encarcelado por breves períodos hasta que finalmente le cayó un año y medio de cárcel por posesión de narcóticos. En 1962, Baker celebró su liberación de la cárcel grabando el álbum Chet is Back!. Un disco que grabó junto a un grupo de prometedores músicos de jazz europeos que en su reedición en CD del 2003 se incluyen cuatro bonus tracks de Baker junto a Ennio Morricone en Roma. Morricone arregló las canciones y dirigió la orquesta. Baker toca la trompeta y canta la voz principal en estas cuatro pistas.

A medida que avanzaba la década de los sesenta, la adicción a la heroína de Baker empeoró y fue encarcelado repetidamente y su vida ya nunca se recompuso, hasta su trágico final.

by: Laurent Berger

by: Laurent Berger

Tsi – Na – Pah estudió Bellas Artes y más tarde cocina. Actualmente recorriendo Andalucía vendiendo y comprando viejos vinilos. Apasionado del rock progresivo y del rock americano de los setenta. Colaborador en distintas revistas musicales y tiendas de música en la época donde se vendía música de verdad.

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