Con el final del pasado siglo XX y el inicio del XXI, Corea del Sur comenzó a fraguar una interesante filmografía con productos que triunfaron en occidente, colocando en el imaginario cinéfilo nombres como los de Kim Ki- Duk, Park Chan-Wook o Bong Joon- Ho que conseguía el espaldarazo definitivo con el Oscar a mejor director y película con «Parásitos», si bien es verdad que su carrera internacional comenzó en el 2000 con “Perro ladrador, poco mordedor” y, sobre todo, en 2003 con la magnífica “Crónica de un asesino en serio”. Tras ella, llegó un estupendo producto de ciencia ficción como fue “The host”, un género donde el realizador asiático se siente cómodo pues en su trayectoria jalonan títulos como “Rompenieves”, “Okja” o este “Mickey 17” que ahora estrena.
Y es que la ciencia ficción permite trasladar acontecimientos presentes en futuros y mundos distópicos, desde el cine de serie B de los cincuenta donde los monstruos, mutaciones y extraterrestres invasores representaban la amenaza soviética o el “invierno nuclear” en contexto de “Guerra Fría”. Una crítica que ha seguido presente en los mejores trabajos del sudafricano Neil Blompkamp o en el propio Bong Jong- Ho que bajo un prisma de comedia habla en clave marxista de la “lucha de clases” o el poder que ejercen las élites para mantener sus privilegios y asolar los recursos naturales..
En “Mickey 17” no varía su fórmula, narrándonos una historia escrita por él mismo sobre la colonización de otro planeta por culpa de un político populista que utiliza a un “paria” como experimento. Un ser reemplazable que es utilizado como “conejito de indias” para conseguir vacunas y recursos extractivos y que una vez muerto es clonado para repetir las imposibles misiones. El problema surge cuando es dado por muerto, devorado por los insectos que pueblan el planeta pero estos deciden salvarle pues no son hostiles, cosa que no se puede decir de los histéricos gobernantes, más interesados en mantener el poder y crear salsas, que quieren acabar con las dos réplicas y con los bichos, habitantes originarios.
Por desgracia, estamos ante su largometraje más limitado pues a pesar de estar bien filmado, con precisa fotografía invernal de Darius Khondji, y tener buenos momentos, su metraje es demasiado largo pues sus dos horas y cuarto poseen bajones de ritmo y una sensación de humor infantil, poco elaborado y evidente, cosa que se puede observar en los histriónicos papeles de Mark Ruffalo y Toni Collette como antagonistas o Steven Yeun como socio traidor. Un maniqueísmo que contrasta con Robert Pattinson, actor al alza que aquí realiza un doble papel con solvencia. Como pareja, discretas Naomie Ackie y Anamaria Vartolomei. Unas interpretaciones que parecen sacadas de un cómic aunque manteniendo la perspectiva de la corrección política ahora imperante.
Seis años ha tardado Bong Joon- Ho en volver a dirigir tras “Parásitos” y da la sensación de que ha sido fallido pues la cinta ha fracasado en taquilla y a nivel artístico se sitúa entre lo peor del brillante autor surcoreano.
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