¿Era necesaria una nueva adaptación de «Space jam» veinticinco años después? Probablemente no pero también es cierto que la cinta es divertidísima y a pesar de las casi dos horas de metraje (una duración excesiva para el público a quien va dirigida) está bien realizada, posee buen ritmo y no se hace larga. Lo cual es bastante es una cinta familiar sin ninguna pretensión más que entretener.

En la anterior el protagonista absoluto era Michael Jordan que se unía a los Looney Tunes para jugar un partido de baloncesto contra unos marcianos que se intentaban apropiar de la tierra de los dibujos animados. En esta ocasión sustituimos a una estrella por otra, un Le Bron James que sin ser un buen actor cumple con su papel, en una historia donde se narra el conflicto paternal al exigir a su retoño que siga sus pasos en el mundo del baloncesto cuando lo que desea es ser diseñador de videojuegos. Tras esa disputa acabaran dentro del mundo de los personajes creados por Chuck Jones y Tex Avery, por culpa de un malvado algoritmo que les reta a otro nuevo encuentro si quieren salir del universo virtual.

El guion de Sev Ohanian y Ryan Coogler es irregular, con momentos estupendos como buscar en grandes éxitos de la Warner al Gallo Claudio, Silvestre y Piolín, el Pato Lucas, Speedy González o el Coyote y el Correcaminos en largometrajes de la Warner Bros como «Wonder Woman» y otras del mundo DC, «Casablanca», «Matrix» o «Mad Max: Fury road». Una serie de guiños cinéfilos que funcionan bien, junto con otros momentos de menor interés aunque en el tono general se consiga lo que se pretende.

La dirección de Malcolm D. Lee está supeditada a los efectos visuales y la fusión de animación y personajes reales. Una animación bien estructurada aunque opuesta entre la clásica en dos dimensiones y la actual generada por computadora, al igual que sucede con los paisajes, con gran diferencia en el dibujo entre la ciudad de los Looney Tunes y el futurista diseño de la cancha de baloncesto. Bien integrado y donde el realizador mantien ese tono de dicotomía en toda su puesta en escena aunque los espectadores más veteranos seguro que preferirán la animación antigua (pues es la que han conocido) con esa paleta de colores saturados frente a los ruidos y estridentes luces de los actuales dibujos generados por ordenador.

En el reparto junto a Le Bron James tenemos a un actor de importancia como Don Cheadle haciendo de villano o a cada vez más al alza Zendaya poniendo voz a Lola Bunny, un personaje menor al que se le ha dotado de más papel para cumplir la obligatoria cuota femenina pues los «cartoons» más celebres de la franquicia son masculinos (Bugs Bunny, el Pato Lucas, el Coyote, el Correcaminos, el Demonio de Tasmania, Elmer o Silvestre) y alguno como Speedy González intentó ser cancelado por su acento mexicano, lo que ofendía a un sector de la ciudadanía «woke», algo cada vez más habitual en este delirante mundo posmoderno.

«Space Jam: nuevas leyendas» es un entretenimiento ligero, una forma de pasar una tarde viendo un espectáculo bien realizado, sin ínfulas intelectuales y como vehículo de consagración al jugador más popular de la actualidad. Escribo popular y no mejor por dos motivos: el primero se ofrece en la propia película hablando del jugador de los Lakers como uno de los grandes o en un chiste sobre Michael Jordan parecen rendirle cierto halo místico al de los Bulls, mientras que el segundo, más subjetivo, se debe a la opinión de alguien versado en la NBA explicando que Jordan no se rodeó de estrellas comparables a él en los anillos de Chicago (Pippen estaba dos pasos por detrás), cosa que si hizo James en Cavaliers (Kyrie Irving), Miami (Wade) o Lakers (Anthony Davis) o en los Juegos Olímpicos de Pekín donde en la final de Estados Unidos frente a España estuvo sentado en el banquillo en los momentos decisivos del último cuarto. Argumentos que me convencen pero que resultan tangenciales en la comercialidad de este nuevo «Space jam», pues es innegable la máquina de generar dinero de Le Bron James.

Space Jam (2021)

by: Jose Luis Diez

by: Jose Luis Diez

Cinéfilo y cinéfago, lector voraz, amante del rock y la ópera y ensayista y documentalista con escaso éxito que intenta exorcizar sus demonios interiores en su blog personal el curioso observador

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