Justo antes de que se volviera a los confinamientos perimetrales en buena parte de España y, con ello, al cierre de la gran mayoría de las salas de exhibición. “The vigil” se había convertido en una de las sorpresas del terror en la cartelera. Una historia sencilla pero bien resuelta, de la mano del debutante Keith Thomas, que para su “opera prima” en pantalla grande ha construido una sencilla pero eficaz película de horror en forma de thriller sobrenatural, rodada en su mayoría en un único escenario y con único actor, el desconocido Dave Davis que consigue que su descreído joven sea creíble y sus motivaciones y actos tengan todo el sentido.
La historia gira en torno a un judío ortodoxo que ha abandonado su fe, enfrentándose a un mundo real que le es completamente ajeno, por ejemplo interaccionando con el sexo opuesto y que ante los problemas económicos de su nueva vida, acepta un buen remunerado trabajo de su antigua congregación como “shomer”, una práctica judía en la que una persona debe velar y vigilar el cadáver de una persona fallecida para evitar los malos espíritus y que el muerto pueda ir al más allá sin penas. El problema radica en que el vigilante anterior huyó de la casa, ya que el finado alberga en su interior un fantasma del pasado que ha estado atormentándolo. Solo, junto al cuerpo cubierto por una sábana, el “shomer” se enfrentará al peligroso fantasma y a sus propios temores. Un guion trabajado y que es admirable que consiga la atención del espectador en un espacio tan reducido y con pocos actores, pues en la casa se encuentran el accidental “shomer” y la esposa del muerto, aquejada de demencia. Pero Thomas, consigue elaborar una tela de araña que nos atrapa, jugando con la psique del protagonista, aquejado de un reciente trauma no superado que se nos va mostrando poco a poco, junto a una excelente manera de incluir las nuevas tecnologías como un personaje más de la trama. Hay sustos con golpes de sonido pero se agradece que el espectro quiera asustar al “shomer” y no a los espectadores, ya que se le muestra al joven siempre de frente, cuando se le ve.
Y si en el “libreto”, Thomas destaca, la realización tiene momentos de brillantez y soluciones imaginativas y bien resueltas, lo cual se engrandece en un decorado tan pequeño, cosa que no es nueva es las producciones de Blumhouse, pues recordemos que la cinta que le lanzó al estrellato fue “Paranormal activity”, rodada en una morada como decorado, lo mismo que sucedía en otros trabajos de la productora de Jason Blum como “Sinister”, “Amityville: el despertar”. “La visita” o “La purga”, por citar algunos ejemplos de los muchos títulos que jalonan el catálogo de esta revolución entre las productoras dedicadas al miedo y que ha tomado el testigo de Dimension Films, la franquicia creada por los Weinstein para el cine de género. La única que podría competir de tú a tú con Blumhouse en la actualidad sería A24, aunque más centrada en el arte y ensayo con trabajos de Ari Aster, Robert Eggers o la genialidad de David Lowery «A ghost story».
“The vigil” es atractiva y cumple con ese golpe exótico de mostrarnos parte del folklore judío, acostumbrados a la imaginería cristiana, de demonios y fantasmas que elevó a la categoría de arte “El exorcista” de William Friedkin. Aunque en los últimos años se han realizado algunos largometrajes terroríficos basados en la religión de Abraham, así “a vuelapluma” recordamos la divertida “The possession (El origen del mal)” de Ole Bornedal aunque “The vigil” es más compacta y mejor, siguiendo el cine mostrándonos ese barrio tan hiperbólico en todo, como es Williamsburg en Nuevo York. Aunque lo que son las cosas, acaba generando más expectativas con esta historia de ortodoxos con trauma y “muzziks” juguetones que todo el supuesto drama posmoderno de la sobrevalorada «Unorthodox».
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