“Antebellum” comienza con el logotipo de la productora Lionsgate pero bien podría haber empezado con el de Blumhouse, que en esto del cine, y especializándose sobre todo en terror, ha sabido labrarse un nombre por lo arriesgado, y muchas veces original de sus propuestas, dando oportunidad a nuevos realizadores, talentos por pulir y estancadas viejas glorias. En este caso se trata de los debutantes Gerard Bush y Christopher Renz, quienes ofrecen un producto interesante, lleno de referencias cinéfilas, buenos momentos que se alternan con otros más mediocres y una estructura de guion con múltiples altibajos pero más de una idea novedosa.
El “libreto” es imposible contarlo sin destrozar el argumento pero sí podemos decir que en clave de terror y crueldad, se convierte en un film-denuncia del racismo en Estados Unidos, como sucedía en el tremendo éxito de Jordan Peele «Déjame salir», unido a otros “taquillazos” como el “Hostel” de Eli Roth, la incomprendida “El bosque” de M. Night Shyamalan, «12 años de esclavitud» de Steve Mc Queen o la sobrevalorada serie «El cuento de la criada». Con estos mimbres, los Bush y Renz guionistas ofrecen un cesto que no termina de engarchar, pues desarrollan sus tres actos con dos tramas que se terminan por unir, una en el pasado y otra en el presente, con un primer acto que nos lleva a una plantación sudista en el siglo XIX, donde se trata a los esclavos negros de forma inhumana para crear un, en principio incomprensible, giro argumental de treinta minutos y enlazarlo todo en un tercer acto, con un largo desenlace. Hora y cuarenta cinco minutos de manifiesta irregularidad, con algunas situaciones sonrojantes, como la comida de las tres empoderadas mujeres o el personaje de Gabourey Sidibe frente a momentos de gran cine y una puesta en escena basada en el guion.
La dirección sí es de envergadura desde los créditos, con un largo plano secuencia de más de cuatro minutos que nos conduce alrededor de todo el campo, donde los señores blancos viven en una mansión y disfrutan de una excelente vida, mientras combaten en la Guerra de Secesión, abusando de unos trabajadores negros que malviven en chozas y sufren todo tipo de vejaciones y castigos. Bush y Renz intentan dotar a su “Antebellum” de una estructura técnica con empaque, no limitándose al mero plano-contraplano o al videoclip alargado, que utilizan en un final en cámara lenta que no queda mal, a pesar de no tener nada que ver con lo visto en el resto de metraje. Ayuda la banda sonora, con predominio de la cuerda y algo de percusión de Roman GianArthur y Nate Wonder, músico que ya había trabajado en su faceta de cantante con Janelle Monae (absoluta protagonista), que cumple en el pasado pero que resulta imposible como activista y socióloga feminista, ya que no solo se comporta, viste y posa como una diva del pop sino que sus expresiones y actuación resulta en exceso histriónica, no ayudando el personaje de la amiga, que en pos de ofrecer un alegato de estos nuevos tiempos, donde uno es lo que quiera ser, la función va decayendo.
Y es una pena porque “Antebellum” es un entretenimiento, ligero en su superficie pero que una vez que se rasca en su interior surge un planteamiento más elaborado, en consonancia con estos nuevos tiempos y los temas que tan de moda están en la actualidad y que tanto preocupan a un ala de los demócratas estadounidenses; desde el feminismo de cuarta ola, la lucha contra las fobias (en este caso la gordofobia) y el racismo comparable al de hace un siglo. Estos son los postulados, con los que se puede comulgar o no, pero que Bush y Renz han manejado con solvencia. Lástima que en muchos momentos se pierdan en lugares comunes e inverosimilitud.
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