“La casa del terror” no parece una cinta producida en 2019, más bien parece realizada en la década de los ochenta, uno de esos “slashers” que tanto se prodigaban por aquellos años y que tantos seguidores tienen (entre los que nos incluimos). Un cine que parece volver a estar de moda, desde el éxito televisivo de “Stranger things” con cintas tan interesantes como «Verano del 84», punto de unión entre el fantástico y el terror, género donde destacan Mike Flanagan o James Wan, en su versión de “casas encantadas” o los más sangrientos Rob Zombie o Alexandre Aja, dignos sucesores de Wes Craven o John Carpenter. Entre esos continuadores del cine ochentero también se sitúa Eli Roth, autor de trabajos tan encomiables como “Cabin fever”, la megataquillera “Hostel” o ese poco velado homenaje a “Holocausto caníbal” llamado “Infierno verde”. Él es el productor de “Haunt” y, perfectamente, podría haber sido el responsable. Pero esa dirección es para sus guionistas Scott Beck y Bryan Woods, dos jóvenes que ya escribieron y dirigieron el entretenido “survival” “Nightlight” pero cuyo mayor rédito lo consiguieron con el espectacular guion de «Un lugar tranquilo», una de las diez mejores películas del pasado 2018.
Esta que nos ocupa no contiene un “libreto” similar, pues la historia la hemos vista repetida una y mil veces. Unos jóvenes por Halloween deciden visitar un pasaje del terror extremo, donde resulta que los actores son psicópatas, en línea de otros productos similares vistos no hace mucho como “Hellfest” o «Escape room». A su favor cuenta que la tensión se va acrecentando, sugiriendo más que mostrando en su primera parte por lo que se demuestra que estamos ante dos escritores con talento y las pequeñas “lagunas” y algo falta de cohesión se acaba perdonando, pues es una cinta de horror y los personajes deben hacer alguna cosa sin sentido para quedarse a solas o morir de forma absurda, como en aquella con la que guarda ciertas similitudes hasta en el título en español como era “la casa de los horrores” de Tobe Hooper. Las situaciones están bien conducidas, los villanos enmascarados dan miedo y más cuando pierden sus máscaras y los escenarios son aterradores, de esos que con solo verlos dan ganas de salir corriendo.
Los actores cumplen sus papeles y los protagonistas pasan de ser apocados y tímidos a casi superhéroes y superheroínas, pero una vez inmersos en esta “montaña rusa” importa poco la verosimilitud y que alguien con un disparo en el hombro pueda luchar sin problema ante gente superior en altura, fuerza y experiencia en matar. Todo está supeditado en que pasemos un buen (mal) rato en su poco más de hora y media de metraje. Y en su primera parte a fe que lo consigue, por lo que su propósito está conseguido.
Actualización correcta a los nuevos tiempos del “slasher” clásico de los ochenta, manteniendo algunas constantes de aquella época, como los problemas familiares de la protagonista o algunos “clichés” que se mantienen, con temas de moda como el empoderamiento femenino o la lucha contra el maltrato a las mujeres. De hecho, uno de los maniacos en un momento dado y para torturar psicológicamente a la joven, se quita su capucha y empieza a hacer unas incómodas preguntas sobre su pasado y presente, en la línea de Hannibal Lecter buscando respuestas al trauma de Clarice Sterling en “El silencio de los corderos”. Mil referentes podemos seguir encontrando y a pesar de no ser un producto original, es más que recomendable a los amantes de los crímenes salvajes en pantalla, los guiones y escenarios laberínticos y a producciones que intentan ofrecer una dignidad a su cine y una experiencia satisfactoria no únicamente “gore” (que también lo hay).
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