Hace poco tiempo me encontraba viendo aquel horror fílmico titulado «Piraña 2», al que en España le pusieron el subtítulo de «los vampiros del mar». Una de esas producciones donde ni siquiera se salvaban los efectos de maquillaje del gran Giannetto De Rossi. El caso es que esa producción de Ovidio Assonitis (lejos de su mejor obra «Tentáculos»), la dirigía James Cameron, aunque fuera despedido en el montaje, y cuando le preguntan por ella al responsable de «Terminator», «Titanic» o «Avatar» responde una frase genial por lo irónico, al decir que ha dirigido la mejor película sobre pirañas voladoras de la historia del cine. Recordé esa frase al ver «Infierno bajo el agua», una «gamberrada» por la que Alexandre Aja puede decir, sin rubor, que ha realizado el mejor largometraje nunca hecho sobre huracanes y caimanes gigantes. Pues eso es lo que ofrece la cinta, acción «palomitera» donde una joven trata de salvar a su padre en medio de un huracán de categoría 5 y al intentar huir se quedan encerrados en el sótano de su casa, con el problema de que se está inundando y alrededor aparecen una legión de caimanes que encuentran mejor acomodo allí que en los pantanos.

El delirante argumento de Michael y Shawn Rasmussen es mejorado por un Alexandre Aja que demuestra, una vez más, lo excelente director que es desde aquella «joya» del «gore» francés titulada «Alta tensión» (con efectos de maquillaje de Gianetto De Rossi) y sus tres estupendos «remakes» de «Las colinas tienen ojos», «Reflejos» y «Piraña» (a la altura de la de Joe Dante y muy superior a la de la dupla Cameron- Assonitis). Tras estos éxitos su figura había sufrido algún reves de taquilla con «Cuernos» y «La resurrección de Louis Drax» pero, de nuevo, vuelve con un filme que estoy seguro que va a funcionar en taquilla y con los años se revalorizará, pues el largometraje es hora y media de puro entretenimiento, merced a unos movimientos de cámara no fruto de la casualidad, un montaje eficaz, rápido, con un ritmo trepidante y una dirección de actores, donde incluso en los momentos más ridículos, con frases para enmarcar que recuerdan a esas del cine bélico cuando tratan al enemigo al que hay que matar con los peores adjetivos, sale airoso, aunque la pareja protagonista sea Kaya Scodelario, conocida por la saga juvenil de «El corredor del laberinto», y Barry Pepper, un secundario (también estuvo en la trilogía de «El corredor del laberinto») marcado por haber protagonizado con John Travolta aquel desaguisado cienciológico llamado «Campo de batalla: la Tierra».

Un ejemplo más de que hay historias que son mejoradas por la puesta en escena, ya que su argumento es débil o demasiado simplón. En manos de otra persona este «Infierno bajo el agua» no hubiese pasado de ser alguna de esas bromas del canal Sci-Fi, donde mezclan todo tipo de criaturas o fenómenos meteorológicos, con «Sharknado» a la cabeza, aunque la más delirante me sigue pareciendo «Sharktopus». En esta, a pesar de los pocos actores y decorados y que los efectos especiales no sean siempre los mejores, sí se nota un cuidado en la producción, donde destacan los nombres de Sam Reimi y Gregory Levasseur, antiguo coguionista de Aja y con un fracaso en su único intento en dirección con la fallida «La pirámide», y un trabajo pensado en la elección de planos y en el ritmo narrativo, con unas muertes divertidas y sádicas pero con menos «casquería» de lo esperado, pues es una de las especialidades de Alexandre Aja. Un «divertimento» para el final de verano donde el amante de estos géneros, creo, que va a disfrutar mucho y cualquier espectador que intente ver «Infierno bajo el agua» como una broma bien realizada y no intente buscar otro significado más sesudo por lo menos pasará un rato entretenido, con nadadores más rápidos que caimanes de cinco metros, ejecuciones con pistola o bengalas a los reptiles y estos comiéndose sin problema a todo aquel que pase por allí. Lo que viene siendo una «explotation» en toda regla.

INFIERNO BAJO EL AGUA – Alexandre Aja

by: Jose Luis Diez

by: Jose Luis Diez

Cinéfilo y cinéfago, lector voraz, amante del rock y la ópera y ensayista y documentalista con escaso éxito que intenta exorcizar sus demonios interiores en su blog personal el curioso observador

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