No sé dónde leí que la carrera de Nicolas Cage desde hace unos cuantos años se había convertido en un género en sí mismo. Historias psicotónicas y actuaciones delirantes donde hay de todo: películas con momentos brillantes como «Color out of space», marcianadas cósmicas impactantes como en «Mandy» o errores con ínfulas como en «Prisioneros de Ghostland». Y eso, por poner algunos ejemplos porque el riesgo que corre la otrora estrella hollywoodiense con cada trabajo que elige es máximo.
“Pig” se suma a esta colección de títulos, con guiones inverosímiles y lejos de lo comercial. Por fortuna, pertenece a la primera categoría. La de los largometrajes buenos. El debutante Michael Sarnoski ha conseguido un delirio narrativo pero que consigue que el espectador no pueda alejar los ojos de la pantalla en ningún momento. En este caso tenemos a un hombre que ha abandonado la sociedad y vive solo y recluido en el campo con la única compañía de una cerda trufera, lo que le sirve de modo de vida pues vende el codiciado producto a un joven de la ciudad. El problema radica en que una noche unos asaltantes entran en su propiedad y le roban su porcina mascota. A partir de ahí, el eremita viaja a la ciudad (en compañía de su vendedor de trufas) para enterarse del paradero del animal y recuperarlo. A partir de ahí, comienza una serie de alucinantes pesquisas que desembocan en una entrada en una especie de “Club de la lucha” que le deja con golpes en la cara el resto del metraje (al más puro estilo Bruce Willis o Jack Nicholson en el “Chinatown” de Polanski), visitas a restaurantes con Estrella Michelín donde sucederá el diálogo más divertido de “Pig”, toda una crítica a los cocineros posmodernos y una entrada triunfal con la mafia que se dedica a vender trufas.
A pesar de su estrambótica propuesta el tono de realismo mágico que le impregna Sarnoski consigue que la difícil empresa salga delante de forma notable pues “Pig” posee ritmo, su hora y media pasa en un suspiro y su complicado equilibrio narrativo sale adelante con una buena muestra de talento. Y, como era de suponer, Nicolas Cage vuelve a sorprender con otra interpretación tan histriónica como fascinante que potencia la sensación de vacío y soledad del personaje. Un hombre marcado por los acontecimientos del pasado que ha decidido olvidar a la sociedad antes que la sociedad lo olvide a él.
Un filme sorprendente con el que descubrimos a un guionista y director con un futuro prometedor como Michael Sarnoski que en su independiente producción ha conseguido que Nicolas cage cree otro papel para el recuerdo en esta extraña etapa que está viviendo, lejos del oropel de antaño. Otro ser que se tira buena parte del metraje sucio, desaliñado o ensangrentado pero que dentro del exceso de su interpretación y del personaje consigue dotar de alma, vida y profundidad a este supuesto perdedor.
Dentro de un verano con superproducciones y cintas de gran presupuesto, “Pig” es una grata propuesta para pasar un rato divertido y combatir la extrema temperatura que reina en toda España. Además encierra dentro de su estructura interna más enseñanzas y reflexiones de lo que parece mostrar por fuera. Sólo por eso merece la pena ir a verla.
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