Noah Baumbach es un cineasta tan irregular como talentoso, tanto es su faceta de guionista como la de director, uniendo títulos tan destacados como un icono del cine independiente como “Frances Ha” o su mejor obra “Historia de un matrimonio” con fiascos como su anterior “Ruido de fondo”.

Algo así como su admirado Brian De Palma al que le dedicó su maravilloso documental “De Palma”. Con “Jay Kelly” regresa al cine intimista, sobre las virtudes, defectos, caprichos, excesos y soledad que puede tener un actor. Una película que comienza de forma admirable con un largo plano secuencia en un rodaje y que finaliza bien con un claro homenaje al desenlace de la portentosa “Cinema Paradiso” de Giusseppe Tornatore. Entre medias, tenemos una larga cinta (quizás sus casi dos horas y cuarto sean demasiado metraje) donde la irregularidad se hace palpable, alternando momentos de gran interés con otros que parecen repetidos y deslavazados.
Y no es solo el libreto de Baumbach y Emily Mortimer es el que posee altibajos pues la puesta en escena del director estadounidense adolece del mismo defecto pues no toda la realización posee el mismo ritmo y su comedia dramática se queda un tanto a medias. Aun así, se ve con agrado y en las situaciones emotivas es donde mejor funciona el largometraje de Noah Baumbach.
Y en ello tienen buena parte de culpa sus dos protagonistas, ya que George Clooney y Adam Sandler tiene química entre ambos y su relación transita entre la amistad y su complejo vínculo laboral entre estrella hollywoodiense y publicista. Normal que ambos hayan sido nominados al Globo de Oro (posibilidades tienen los dos a la candidatura al Oscar) como actor principal y secundario. Sobre todo, Clooney que caracteriza un divertido émulo de él mismo (por su condición de actor célebre). Alguien conocido por todo el mundo pero que tiene un terrible pánico al fracaso, al desapego, a la soledad y tendencia a la melancolía. De ahí que pueda iniciar una serie de caprichos y excesos en un viaje por Europa donde va a recibir un premio. Junto a él, como escudero, su publicita que cuida de él como si fuese parte de su familia aunque no sea correspondido por el artista.
Un filme menor en apariencia que demuestra el apoyo de Netflix al mundo de Noah Baumbach. Y no siendo, ni mucho menos su mejor trabajo sí posee secuencias y momentos sentimentales, dramáticos y humorísticos que hacen pasar un buen rato frente al televisor, lo cual no es poco.




















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