Lo primero que sorprende al ver “Midway” son sus títulos de crédito, pues no aparece ninguna productora o distribuidora importante y sí muchas pequeñas, de las que hasta ahora no teníamos referencias. Un caso extraño en el mundo de las superproducciones pero imagino que ninguna “major” ha querido arriesgarse con un producto bélico, que guarda cierta similitud con uno de los mayores fracasos de taquilla del siglo XXI como fue “Pearl Harbor” de Michael Bay, un director con el que Roland Emmerich comparte una visión del cine parecida, fiando su puesta en escena a la espectacularidad y los efectos especiales frente a la profundidad de los personajes. “Midway” mantiene esa constante, ya que como cinta de guerra funciona, con combates aéreos y marítimos más que bien realizados, aunque en algún momento se noten en demasía los efectos digitales, y un nulo estudio de los protagonistas, que se convierten en meros arquetipos, aunque hay que reconocer que bien interpretados, sobre todo en los más veteranos como Patrick Wilson y Woody Harrelson.
La historia es de sobra conocida, con la épica victoria en las Islas Midway, de los Estados Unidos frente a Japón, tras la derrota en Pearl Harbor. Sin duda las dos batallas son lo mejor de las dos horas y cuarto de metraje, junto a la relación entre los responsables de la armada y la inteligencia, pues lo que entendemos es que gracias a los mensajes interceptados y la solución de utilizar a los músicos como descifradores por su conocimiento de solfeo, y por lo tanto de matemáticas, fue tan importante como la pericia de los pilotos al hacer blanco en los portaaviones nipones. Otra cosa son las relaciones entre ellos y sus condicionantes familiares, mucho peor narrados en el guion de Wes Tooke, más centrado en el “patrioterismo” y el amor a la patria por encima de la familia. En fin, la lucha por la libertad individual de la que hablaba Baruch Spinoza en su imprescindible “Tratado teológico- político” pero pasado por el tamiz del que escribe la historia. Siempre los ganadores, por ello no se cuestiona matanzas sin sentido como el tremendo bombardeo a Dresde o las bombas atómicas sobre la población en Hiroshima o Nagasaki.
El responsable es el alemán Roland Emmerich, al que descubrimos de adolescente al ver en video la interesante “El secreto de Joey”, cuando todavía no sabíamos quién era y donde llegaría. Aunque ese éxito del cine de la antigua RFA, su definitivo “aldabonazo” llegaría con “Soldado universal” y con posterioridad “Stargate”, donde mezclaba con acierto la ciencia ficción con la acción, lo que le permitía acometer la taquillera “Independence day”, a la que seguiría “Godzilla”. Tras el buen rendimiento de “El patriota” (tal vez, su mejor cinta) se pasaba al cine de catástrofes con “El día de mañana”, “10000” y “2012” para que su estrella empezase a declinar hasta la anterior continuación de “Independence day”. Intentando reverdecer viejos laureles veremos cómo le va con esta epopeya bélica, divertida y que disfrutaremos si no se profundiza en los personajes. Incluso tiene un detalle cinéfilo con el rodaje de John Ford de su documental sobre esta batalla, quedándose a la altura de la anterior “La batalla de Midway”, producto setentero de gran reparto que encabezaba Charlton Heston y Henry Fonda.
No es el largometraje definitivo sobre las campañas del Pacífico pero supera lo conseguido por Bay en “Pearl Harbor”, en buena medida porque evita tramas secundarias románticas y otros aderezos. Una cinta de guerra entretenida aunque lejos de la última joya en este género como fue el «Dunkerque» de Nolan.
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