De Luc Besson uno puede esperarse cualquier cosa pues es innegable su imaginería visual en productos como “El quinto elemento” aunque unos cuantos descalabros jalonan su amplia filmografía.

Su nuevo “Drácula” es un filme creado para no dejar a nadie indiferente pues la visión del director galo va a crear seguidores y detractores a partes iguales. Todo debido a un guion para nada original pero efectivo y efectista que firma el propio Besson.
Y todo porque toma la consabida historia de la novela de Bram Stoker, pasada por el tamiz de lo construido por Francis Ford Coppola en los noventa, a la que homenajea en más de un momento (solo hay que ver la presentación del aristocrático vampiro siglos después). No es la única inspiración pues el sentido del humor que posee bebe directamente de “El baile de los vampiros” de Roman Polanski. Es obvio que hay diferencias pues la acción se traslada de Londres a París, no hay viaje en barco a bordo del Demeter, las mujeres no muertas que custodian el castillo son sustituidas por gárgolas y todo el acto final cambia por completo.
Besson construye un relato fuera de los cánones del cine de terror, acercándose a los terrenos del gótico romántico aunque por momentos cercanos a la concepción de Tim Burton (no nos parece casual la elección de Danny Elfman en la acertada banda sonora) más que a la de Coppola.
Un punto más que demuestra que el mito de Drácula sigue en completa vigencia pues en los últimos años han aparecido diferentes series de televisión y largometrajes (sin ir más lejos el “Nosferatu” de Robert Eggers del pasado año). Este nos llega de Europa, de la mano de un Luc Besson que no conseguía una cinta con repercusión desde la ya lejanas “Lucy” o “Valerian y la ciudad de los mil planetas”, contando para ello con un reparto menos conocido pero correcto encabezado por Caleb Landry Jones y bien secundado por Zoë Bleu Sidel, por una sugerente Mathilda De Angelis o Guillaume de Tonquedec aunque el nombre más conocido sea el de Christoph Waltz, en un papel de eso que suele bordar. Un Van Helsing irónico y con el que es sencillo empatizar.
“Drácula” es un buen ejemplo de lo bien que se maneja Luc Besson con su personal cine, no siempre acertado pero que nunca carece de interés. Un filme que comienza en la Edad Media con una batalla no demasiado espectacular pero que sí recuerda a la de “Juana De Arco” y que pasa rápidamente a lo ofrecido con anterioridad por Coppola y Polanski pero pasado por su imaginativo tamiz. Un “divertimento” entretenidísimo.




















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