Christopher Nolan puede presumir de poseer una de las filmografías más arriesgadas en la actualidad, pues tras su arrollador comienzo con «Memento» y su inclasificable propuesta, mantuvo el tono en otros «thrillers» tan distintos y sugerentes como «Insomnia» y «El truco final (el prestigio)», cambió el cine de superhéroes volviéndolo más adulto con la trilogía de «El caballero oscuro» y revolucionó la ciencia ficción con «Origen» e «Interstellar». Ahora, en una nueva «vuelta de tuerca», aborda el cine de bélico y el resultado no puede ser más sobresaliente, pues «Dunkerke» tiene vocación de trascendencia y una estructura al alcance de los más grandes. Y digo esto, pues el rescate de la playa del norte de Francia donde se evacuaron a cerca de cuatrocientas mil personas se podría haber tratado de múltiples maneras pero solo a un genio se le hubiese ocurrido abordarlo cruzando varias historias, con personajes que no interaccionan juntos y que sus heroicidades son en solitario, aunque buscando el bien común, en varias lineas temporales, pues el antológico montaje es en paralelo y no a tiempo real, pues se contemplan varios «flash back» sin necesidad de utilizar ningún plano de transición para explicar que sea de día en una barca recreativa y de inmediato de noche en un buque torpedeado y hundiéndose y lo más bestial es mantener la idea del «enemigo invisible» hasta sus últimas consecuencias, pues ni aparece ningún soldado alemán, solo aviones, ni una esvástica ni ninguna referencia a Hitler ni su ejército. Los nazis solo son fantasmas que disparan, bombardean y hunden barcos y eso lo deja claro desde las letras de presentación donde solo mencionan al enemigo y el primer plano secuencia donde un soldado se salva de milagro de unos disparos sin tirador, que van abatiendo al resto de su compañía, hasta llegar a la playa. Allí, Nolan presenta tres historias, que son cuatro: 1. El espigón. Donde los soldados hacinados intentan ser embarcados y dirigidos a Inglaterra, dirigidos por el oficial encarnado por Kenneth Branagh. 2. El mar. Donde una de las muchas barcas recreativas que salen del sur británico se enfrenta a los peligros de la guerra por ayudar al traslado y que comanda un padre (Mark Rylance) y su hijo. 3. El aire. Donde un piloto con poco combustible (Tom Hardy) deberá enfrentarse a los hábiles «stucka» para despejar la zona y facilitar el rescate. Y 4. Un par de soldados que se han conocido en una duna intentarán de todas las maneras salir con vida de ese infierno. Un guion, obra del propio Nolan, que es perfecto y que rompe la clásica separación por actos, pues por lo explicado antes deberían ser cuatro pero se encuentran entrelazados, merced a un montaje paralelo anonadante y que firma Lee Smith, técnico de confianza de Nolan desde «Batman Begins». No es el único que repite, pues como en «Interstellar», Hoyte van Hoytema ha conseguido una fotografía excelsa que sumada a la ambientación parece un híbrido entre el color de buena parte de las producciones inglesas de los años cuarenta, tipo David Lean y el «Salvar al soldado Ryan» de Spielberg y Hans Zimmer vuelve a firmar una banda sonora para cinta bélica donde no utiliza el tópico recurso de la percusión, como sucedía en la obra maestra de Terrence Malick «La delgada linea roja», con múltiples pasajes con sintetizador y en más de un momento ayudando al sonido, con notas que recuerdan a disparos, vuelos de avión o el mar agitado. Muchas veces critico a Zimmer, pues según quien sea su ingeniero o colaborador musical, así suena la banda sonora pero en casos como éste me descubro, pues es complejo utilizar tanta música distinta en el metraje, pues calculo que tres cuartas partes de la algo más de hora y tres cuartos de duración son con algún tipo de elemento compositivo.
Y encima la dirección y la puesta en escena es antológico, todo un compendio de lo que se debe hacer, y con cosas tan complicadas como variar el plano temporal o la escana sin necesidad de usar ningún plano recurso. Una auténtica «salvajada» que impacta y encima con una redonda dirección de actores, donde no hay un claro protagonista, pero que entre los secundarios destaca Kenneth Branagh, que en más de un momento parece un personaje shakesperiano, pensando, solo, de espaldas frente al mar o cambiando la cara de terror a la alegría en un primer plano antológico. Suya es la interpretación más absoluta pero también destacados son Mark Rylance, Cillian Murphy, Tom Hardy o los más noveles Fionn Whitehead y Aneurin Barnard, con una relación basada en el silencio y por la tanto una labor actoral más física, basada en el movimiento de todo el cuerpo, no solo la cara, ya que se pasan toda la película corriendo, escondiéndose e intentando salvar «el pellejo». Una cinta que estoy seguro que estará en la carrera hacia los Oscars, aunque a Nolan se le ninguneé por sistema (nominaciones como guionista por «Memento» y «Origen» y ni una sola como director). Tal vez sea, por su forma de entender el cine y su tratamiento donde el individuo prime sobre el colectivo, como sucede en casi toda su filmografía, ya que obviando las fuerzas del orden, cuando un grupo de personas se juntan no suele ser para hacer nada bueno, teoría mucha más liberal que socialista. Ejemplo claro era en la última de «Batman» donde la gente de Gotham se juntaba para crear tribunales populares, con juicios farsa y donde el arrestado era condenado a caminar sobre un quebradizo hielo que por supuesto se rompía siempre. Una ejecución sumarísima disfrazada de democracia. Nolan no es políticamente correcto, y esto lo podemos ver también en «Dunkerke», pues no deja de ser un largometraje patriótico, con héroes luchando por su país, aunque no se mencione el enemigo.
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