Suelen ser interesantes las obras teatrales que tratan sobre figuraciones sobre personajes reales. Ejemplos hay muchos: desde “Rojo” sobre el pintor Rothko a “Copenhague” sobre el encuentro entre Heisenberg y Niels Böhr, pasando por “Encuentro entre Pascal y el joven Descartes”.

Todo textos sobre uno o varios genios en sus respectivas disciplinas. El problema es cuando se traslada a la gran pantalla pues no suele funcionar del todo. Y algo así le sucede a este “Blue Moon” pues a pesar de tener puntos de interés no deja de ser teatro filmado. Bueno pero teatro filmado. Como sucedía en “Un dios salvaje” de Polanski, adaptando a Yasmina Reza.
En este caso el guion de Robert Kaplow nos narra la crónica de un fracaso. Un Lorenz Hart, célebre letrista de Richard Rodgers el día en que el músico le sustituye por Oscar Hammerstein en el musical ¡Oklahoma! Un éxito que le ancla en el pasado al autor de canciones tan atemporales como “The lady is a tramp” o “Blue moon”, la celebérrima melodía a la que da título la cinta.
Lo más interesante es la psicología del personaje. Un hombre henchido de sí mismo que pasea su amargura entre frases ingeniosas y adicción al alcohol. Una de esas personas que piensa que lo que él hace es superior a lo que el público demanda, tachando de mediocre y superficial lo que otros hacen. Algo bastante normal en este tipo de personas tan ególatras que no aceptan que lo que ellos hacen quizás no sea tan genial. Por lo menos en el caso de Hart sí consiguió el triunfo en el pasado aunque no entiende que el futuro ya no le pertenece. Exclarecedor es el patético intento de seducción a una mujer a la que no puede aspirar.
Filmado en un solo escenario, Richard Linklater consigue entretener y no limitarse al plano- contraplano. No es la primera vez que acomete una historia sencilla con pocos personajes pues no podemos olvidar su trilogía de “Antes del amanecer”, cuya primera parte ens una de las mejores películas románticas de la década de los noventa del siglo pasado. Aunque “Blue Moon” no llegue a esas cotas sí es un producto atractivo y para nada aburrido, con una estética que recuerda a la de “Balas sobre Broadway” de Woody Allen o la reciente serie sobre Truman capote y sus cisnes.
Como protagonista tenemos a su actor fetiche Ethan Hawke, bien secundado por Bobby Carnevale, Andrew Scott y Margaret Qualley que representan los tres actos en la caída de Lorenz Hart en un largometraje modesto, pesimista, refinado y culto, con referencias a Somerset Maughan, el cine de George Roy Hill (estupendo el consejo dado al futuro director) o Casablanca.




















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