Os juro que llegar a creer que nunca tendríamos otro disco de The Cure. Han sido tantos los retrasos y tantas las excusas que Robert Smith ha esgrimido durante estos 16 años de parón discográfico, que perdí la fe. Incluso pensé que era mejor así: es preferible el silencio a publicar discos decepcionantes. Siempre podríamos repasar su más que interesante discografía.
Finalmente, se ha publicado este Songs Of A Lost World que consta de 8 canciones en 49 minutos y nos confirma que Smith ha acertado en esperar. Songs Of A Lost World es su mejor trabajo desde el ya lejano Bloodflowers (2000). No llega a la altura de lo publicado en su década gloriosa (1982-1992) aunque es un trabajo muy digno, algo que no pudimos decir de sus 2 anteriores LPs publicados. Volvemos a las largas introducciones instrumentales, hasta de 6 minutos, antes de que Smith nos desarme con sus tristes letras sobre una juventud que nunca volverá. En los tiempos en los que las canciones de éxito no sobrepasan los 3 minutos, este disco parece realmente formado por canciones de un mundo perdido.
Líricamente no estamos ante un disco fácil. Estamos ante el trabajo más nostálgico de The Cure. Si Robert Smith ha tendido siempre a la depresión, la cosa no ha mejorado con la edad, todo lo contrario. El inexorable paso del tiempo, así como la muerte de sus padres y un hermano han hecho mella en músico británico. A sus 65 años, sus letras son más pesimistas, personales y sinceras que nunca. El final de la vida se acerca, el mundo se va a pique y no hay nada que podamos hacer por evitarlo. Temas tan desoladores como Alone o Endsong (10 minutos de hermosa agonía) son prueba de ello.
Musicalmente estamos ante un disco que tiene su propio sonido. Songs Of A Lost World no es un pastiche del sonido de Disintegration (1989) ni de Wish (1992). Ya era hora. Algunas canciones recuerdan por momentos a otras de su glorioso pasado (como el solo de A fragile thing recuerda al de The last day of summer) pero estamos ante el mejor esfuerzo de Smith por renovar el sonido de The Cure sin dejar de ser ellos mismos. El bajo de Simon Gallup y la batería de Jason Cooper suenan más potentes que nunca, tomando un protagonismo casi absoluto en la mezcla. Por su parte, la guitarra de Reeves Gabrels queda algo deslucida, como si su particular sonido se hubiera disuelto dentro del sonido The Cure como un azucarillo en un vaso de agua, excepto en Drone:Nodrone. También debo destacar los atmosféricos teclados de Roger O´Donnel que siguen siendo una parte fundamental para sumergirnos en la melancolía. ¿Y a voz de Robert Smith? Pues impecable. Por la garganta de Smith parece que no pasan los años.
No hay en Songs Of A Lost World ningún hit ni concesiones a la comercialidad. Eso sí, hay excelentes gemas pop como And nothing is forever, A fragile thing o I can never say goodbye que contrastan con el ruido y el caos guitarrero de Warsong o Drone:nodrone (que son las que menos me gustan del disco). Por suerte, esta vez no hay rellenos ni el interés del disco decae de manera preocupante en ningún momento.
Se dice que existen 2 tipos de fans de The Cure, los que adoran su vertiente más deprimente y oscura frente a los que prefieren su lado más liviano y alegre. Todos sabemos que realmente sólo los primeros son sus verdaderos fans y que sólo ellos disfrutarán de Songs Of A Lost World.
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