Es cierto que su prestigio se cimentó a finales de los setenta con un drama como “Las palabras de Max” y dentro de ese género ha dirigido trabajos interesantes como “Lulú de noche”, “Carreteras secundarias”, “La voz de su amo” o “Las trece rosas” pero donde Emilio Martínez- Lázaro ha dado sus mayores éxitos ha sido dentro de la comedia romántica. Películas de veinteañeros en entornos complicados que intentan seducir a su imposible amor mientras se suceden equívocos y enredos.
Tras su divertido capítulo de la serie “La mujer de tu vida”, “a caballo” entre “Cita a ciegas” y “Jo, qué noche”, y “El juego más divertido”, en los noventa llegaba la excelente “Amo tu cama rica” siguiendo esa estela de conseguir “amores imposibles y platónicos”, “Los peores años de nuestra vida” y, con posterioridad, éxitos como “El otro lado de la cama” (y su inferior secuela) u “Ocho apellidos vascos” (y su inferior continuación). Hasta ahora su último trabajo en el cine era otra comedia romántica menos conocida (a pesar de que contaba con Dani Rovira y Michelle Jenner) como “Mi amor perdido”.
De nuevo, Martínez- Lázaro vuelve al cine que mejor domina y que mayor taquilla le ha reportado en su larga trayectoria con “Un hipster en la España vacía”. Financiación de Amazon y nuevos enredos sobre un idealista aspirante a político que desde la ciudad intenta enmendar lo rural con sus ideas progresistas. Un urbanita “progre” que desde su superioridad moral intenta educar a los que considera más atrasados sin tener ni idea de lo que representa el campo. Una crítica mordaz que esconde la frustración de una generación desorientada que entre “eslóganes” e ideas ridículas intentan ser felices aunque sus mujeres empoderadas prefieran al hombre no deconstruido para el sexo, todo se financie con fondos públicos y su única aspiración sea vivir de la política aunque sus dirigentes sean tan ignorantes como él.
Martínez- Lázaro ofrece una puesta en escena entretenida que mezcla una “crítica blanca” con el triángulo amoroso de toda la vida, manteniendo el tono y los códigos de la comedia romántica, a pesar de que la idea daba para más pero el guion de Daniel Castro (basado en la conocida novela homónima) no termine de definir unos personajes entrañables y un cúmulo de situaciones que podían dar para más. Su poco más de hora y media se ve con agrado, no consigue grandes carcajadas pero sí mantenernos con la sonrisa durante el metraje.
El reparto mezcla actores jóvenes con más veteranos, encabezados por el desconocido Lalo Tenorio, perfecto como el iluso idealista que critica el cine y la música popular mientras contrata insoportables cantautores con dinero público, habla de Derrida a pastores y ganaderos y aspira a una mujer que le engaña por la erótica del poder, justificándolo con el lenguaje y los “mantras” del progresismo actual. Le acompañan como objeto de deseo Berta Vázquez y Macarena García y una pléyade de veteranos que sirven como mejores “alivios cómicos”, desde Paco León como aprovechado político que usa su cargo para seducir jóvenes y los pueblerinos Tito Valverde, Miguel Rellán, Manuel Manquiña, Juana Cordero o Marta Fernández- Muro.
Así que entre todos y con el ritmo propuesto por Martínez- Lázaro se consigue que con todas las limitaciones de su historia el resultado no sea un bochorno sin gracia y, por lo menos, una agradable comedia romántica fácil de ver y con algún momento destacado.
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