2023 seguramente pase al cajón de la memoria, la mía, como una año extraño por distintas situaciones. No sé como calificarlo, porque en él atesoro momentos estupendos con otros duros, de esos inevitables pero no por ello bien gestionados. Podría definir mi 2023 como un cúmulo de emociones que han bailado a su antojo. Al menos me doy la satisfacción de ponerles banda sonora, aunque sea por cojones y huyendo como alma que lleva el diablo de «aquello de las circunstancias mandan». Este 2023 me he dejado demasiados discos por el camino que escuchar y no he prestado tanta atención como suelo acostumbrar, a lo que se va maquinando en este manoseado negocio musical, que me produce pasión y hastío a partes iguales, según el momento. Mea culpa, porque he centrado este año mis energías en otras historias que pensaba, sentía, era su momento. Solo el tiempo dirá si acerté o me equivoqué, como si ello me llegase a importar en algún momento. Pero el rock and roll siempre ha estado de mi lado, en eso estoy dispuesto a desnudar mis puños contra quien ose dudarlo un solo instante. Estos son los discos que más me han gustado este año, seguramente título más acertado pero menos pomposo y presuntuoso que mejores discos del año, que por otra parte, es como se deben de llamar. Ladies and Gentlemen, suban el volumen:
MEJORES DISCOS DE 2023
Saturna – The Reset
Cuando hice la primera comunión, mientras el sacerdote me daba el cuerpo de Cristo, el diablo me entregaba el hard rock. Veneno que transmuta de piel, pero que de una manera u otra termina siendo mi pan de cada día. No añoraré tiempos pasados porque además en este país de golpes de pecho y panderetas remendadas, nunca hubo un tiempo excelso en popularidad para el hard rock, aquí preferiámos/ían hacer el amor en un Simca 1000 o echar polvos pica pica a alguien que seguro que daba a tu chica lo que tú en tu momento no te preocupaste de hacer, así que obvio típicos tópicos y me vengo a la actualidad, para que esta lista la encabecen (y ya aviso que del 1 al 10, el orden de los factores no altera el producto) uno de esos discos que me hacen fortalecer mi creencia de amar el hard rock por encima de todas las cosas, venga de donde venga, se influencia en los setenta o los noventa, pero todo eso queda al margen cuando te enfrentas a las canciones que dan vida a este disco. Saturna seguramente ni tan siquiera lleguen al santo sanedrín de los guardianes de la pureza del rock and roll, esos que se tatúan en el brazo escena emergente aunque jamás se hayan asomado al abismo, ni se hayan ensuciado las mando levantado la tapadera de las alcantarillas donde se cuecen maravillas como «The Reset».
Spirit Adrift – Ghost at the gallows
Me aplico el mismo cuento que con Saturna para hablar maravillas del nuevo disco de Spirit Adrift. El heavy metal nunca murió por mucho que algunos se empeñaran en ello e incluso trataran de ridicularizarlo. Y no feneció, porque además de los viejos guerreros dispuestos a morir en combate, una generación de nuevos músicos, que tenían aprendidas de memoria las tablas de la ley del metal, aceptaron la responsabilidad de seguir hacia adelante por muchas piedras que encostaran en el camino. Y me siento afortunado, porque desde hace unos años a esta parte, hay un puñado de nombres propios, discos, canciones, bandas, que me hacen emocionarme como nunca dejé de hacer. Bandas que son capaces de mirar por encima del hombro a muchos de los que ocupan los lugares de renombre aún a sabiendas que jamás tendrán -ni necesiten- el beneplácito de quienes guardan con recelo las puertas del Olimpo. Spirit Adrift son herederos de la NWOBHM, de Thin Lizzy -algo obvio si nos atenemos a la primera influencia que he nombrado- y todo aquello que nos sabemos de memoria y forma parte de una ecuación perfecta.
Moundrag – Hic sunt moundrages
¿Habéis visto Napoléon?. Yo aún tampoco, y por lo que cuenta mi querido Jose Luís en su crítica seguramente haga mutis por el foro y la deje en el cajón de cosas que hacer si algún día me encuentro lo suficientemente aburrido como para prestarles atención. ¿Y para qué?. Ya me contesto yo, tranquilos. No tengo la necesidad, cuando afortunadamente en mis manos caen discos -y películas, libros…, pero eso es harina de otro costal- con los que mantener mi animo alto y mi estado de excepción a flor de piel. ¿Por qué hablaba yo de Napoleón?. Ah, ya, porque si bien en mi tierra la sabiduría popular cantó a su campaña por mi Sur del Sur, donde resistimos como jabatos, pero yo ahora a estas alturas, me anudo en la frente -ya que las banderas me dan pereza y urticaria- el pañuelo blanco de la redención más absoluta ante el hard setentero que ama entre otros a Deep Purple por encima de todas las cosas junto a otras creencias absolutas del rock de la época, que practican sus paisanos Moundrag y que por si alguien tuviese duda, plasman de manera excelsa en este disco donde el heavyprog o como coño queráis llamarlo, brilla por obra y gracia de estos músicos. Ah, aquí mi reseña del disco.
Saurom – El pájaro fantasma
La aridez que impregna la realidad necesita como remedio la vía de escape de la fantasía, aunque sepamos a ciencia cierta, que leyendo entre líneas descubres que bajo el disfraz anida la crítica y el retrato audaz del supuesto antagonista como un espejo cuyo reflejo nos muestra una faceta distinta de una misma realidad al fin y al cabo. La evasión como camino a la felicidad aunque sea por un instante lo suficientemente brillante para sacarte una sonrisa. La certeza de que además de todo ello, existe la constatación del trabajo bien hecho. Heroes de tinta y papel, reconvertidos en antifaces eléctricos. No me duelen prendas, pero sí me pesa, reconocer que mi afinidad con los últimos trabajos de los juglares del metal no casaba del modo que hubiese querido. Quizás por eso, este pájaro fantasma ha significado ese reencuentro que deseaba con ahínco. No puedo hablar de un regreso de los que nunca se fueron pero sí de una copa por un viejo amigo que levanto de nuevo. El riesgo es cosa de valientes y me consta que Saurom lo han asumido. El resultado no podría haber sido mejor. El estado de gracia de unos músicos por encima de cualquier otra cosa es su testimonio más sincero. Reseña aquí.
Slowburn – Fire Starter
Vivo en un periplo que me lleva de lo lejano a lo próximo y viceversa. No me escondo. Si de la Barcelona de Saturna volaba libre a buscar a Spirit Adrift en Arizona, volviendo al viejo continente para hacer parada necesaria en Francia junto a Moundrag, ahora aterrizo en Madrid, donde Slowburn clavan una flecha de heavy metal en su concepción más profunda y clásica, esa de la que jamás he negado tres veces antes de que cante el gallo ni vendería por 30 monedas ni del mejor oro del mundo. Sus canciones reviven recuerdos en mi cerebro de grupos que han desfilado a mi lado desde que descubrí está música, hace ya tanto a veces me cuesta distinguir los recuerdos de los deseos y viceversa. Slowburn, capaces de hacer suyo lo que antes hicieron otros, con la destreza de quien cree en ello. Slowburn, defensores de la fe metálica, callan bocas -si alguna vez alguna oso en clamar en su contra- con hechos, mejor que con palabras, con canciones, mejor que otra cosa en el mundo. La reseña, aquí
The Casanovas – Backseat Rhythms
Como las dos aceras de cualquier calle por la que caminéis a diario, así es demasiadas veces más sencillo encontrarnos las guitarras crujientes y las melodías, un camino paralelo, puede que de baldosas amarillas pero al que mucha veces le cuesta converger en un callejón sin salida, donde ambas aceras terminen siendo sola una. Por eso, una banda como Cheap Trick son tan grandes. Y también, por la misma razón, The Casanovas se sientan en su mesa como uno de esos afortunados discípulos que comparten su pan. Me lo juego todo para decir que una canción como «The lover» vale por una vida y eso que no tengo siete como si fuese un gato para ir apostando a lo loco. Los ritmos del asiento de atrás son aquellos con los que hemos vivido toda la vida y que añoramos de vez en cuando. Las guitarras en su reinado más esplendoroso, perder el miedo a crear estribillos que seamos capaces de corear hasta la saciedad, melodías que se te meten lo más adentro posible, del cerebro a la entrepierna, pasando por todo órgano capaz de bailar hasta que salga el sol. The Casanovas lo tienen, lo valen, lo merecen.
Tanith – Voyage
El pasado y el presente son las dos caras de una misma moneda. El futuro está aún por decidir, tanto que ni tan siquiera podemos plasmarlo en una pared. Vivir del pasado es como correr detrás del viento, olvidarlo, condenarnos a repetir sus errores. No tenerlo presente, perder la posibilidad de honrarlo a través de nuestro presente. Adelante y detrás. Cerca y lejos. La puñetera dualidad que siempre rige el destino desde que el universo como dimensión propia ha regido nuestras vidas, nuestras victorias y derrotas. Tanith es presente con presencia de un pasado, más glorioso en obra que reconocimiento. Russ Tippins, culpable en grado supremo de que hayamos idolatrado a una banda como Satan, de las cenizas de la NWOBHM, y que sigue facturando buenos discos, tanto que su último lanzamiento, que abandonó los avernos el pasado año, miraba de frente a quien os diese la gana. Ahora Tippins, junto a dos compañeros de aventuras del otro lado del charco, no olvida su creencia en el hard setentero para dejarlo deslizarse por los dedos del heavy metal que parió la pérfida Albión a final de los setenta hasta mitad de los ochenta. Un disco para descubrir, y perderse en él, hasta que el viaje que nos propone, lo sepamos de memoria y aún así, no queramos volver a casa.
Killer Kin – Killer Kin
A veces me encuentro colegas de correrías por la calle. Me preguntan como me va, con esa curiosidad insana e irresistible que tan solo dura un segundo si no huele sangre. Voy bien. Recuerdas aquellos días en aquel garito. ¿No?. Ya claro, estabas juntando para el ajuar mientras yo trataba de echar un polvo en el baño de aquel garito del que terminaron echándome. Eh, que no estoy recriminando nada, cada cual elige sus cartas o con un poco de suerte, juega con las que le toquen y resultan que están marcadas. El resultado final lo lleva uno marcado en las arrugas que se forman bajo los ojos, unos de pretender vivir con una edad que no les correspondía, otros, por negarse a llegar a ciertos estadios donde la relación efecto-causa pretenda encajonarte. ¿Punk?. Ni idea. El término está tan manoseado que vete tú a saber lo que ahora significa. Cuando leí a alguien llamar punk a Biznaga comprendí que una vez más, me encontraba fuera de juego. Tal vez porque mi percepción del lado salvaje del rock and roll anda por otras ramas, esas que se rozan con el suelo. Hubo una época en la que el rol casi mata al heavy metal. La universidad dejó herido de muerte al punk. Aún quedan esperanzas. Lemmy que no sé si estas en los cielos o los infiernos, supongo que dependiendo de los garitos que haya en ambos. Condúcenos por el camino que no es recto, el del amor por la velocidad, la rabia hasta quedar exhaustos. Por la distorsión en grandes cucharadas, por los fluidos corporales que escapan confundidos con los vatios. Por lo que los de New Haven expulsan por los poros, por los surcos de este disco debut que rinde pleitesía a los Stooges.
Witchtower – Voyeur
¿Más heavy metal?. ¡Si, mas heavy metal!. ¡Y del bueno!. Cuando a mi me plantas frente a la cara la música de unos tipos que me demuestran que se conocen los entresijos del estilo por donde gente como Mercyful Fate, Angel Witch, Diamond Head y otros similares hicieron grande una forma de entender una música que no dudaba en plantar cara a quien hiciese falta y que atesora un legado que por mucho que excaves una y otra vez, sigue permaneciendo incólume y del que no te cansas. Pero eso no es suficiente para presentarse y decir aquí estoy yo. Witchtower, vienen de Jaen y los tíos traen debajo del brazo un disco que bebe de las influencias clásicas del heavy metal sin temor a nada ni nadie. Creo en la conciencia de clases, mi despertador me lo dice cada mañana. Creo en las identidades, que aunque muchas fluctúen, cambien, evolucionen o las arrastren las circunstancias, otras las solidifico yo como parte de mi. Creo en abrir las ventanas y asomarme para que los vientos me lleven y me enseñen lo que traen desde otros sitios, pero también creo en la necesidad de sentirme a salvo y seguro allá donde siempre me encuentro entre los míos, donde nunca seré un extraño, y eso para mi significa el heavy metal. Y por supuesto, bandas como Witchtower, ayudan a ello, porque dan razón de ser a seguir confiando y poniendo tu vida en el intento. Reseña.
Trading Aces – Rock and Roll homicide
Menuda chapa que os estoy dando para decantarme por diez discos que me han alegrado la vida este año y que ya os aseguro, lo seguirán haciendo siempre, porque una vez que una canción se mete en tú vida, se convierte en compañera inseparable en los buenos y malos tiempos. Quedando claro a esta altura, si habéis sido capaces de aguantar y llegar, mis fobias y fobias, el disco de Trading Aces, otro de los proyectos del multifacético Frank Meyer, que aglutina todo aquello que me gusta alrededor de las canciones con las que es capaz de volarme la puñetera cabeza, no podía faltar de esta lista. Más aún, cuando me los perdí en directo, tocando al lado de casa, porque a veces los astros se confabulan para que las cosas no salgan como deben de salir, o como te gustaría que saliesen. Sí, ya he clamado que me gusta el hard rock clásico, el heavy metal, el punk… ¡y el sleaze, gentes de mal vivir, y el sleaze!. Cuando el hard rock se cansó de parecer buenos chicos y decidieron que se podían vender millones de discos mientras señalaban las pantallas apuntando con su dedo medio. Hoy todo aquello es un sueño lejano -lo de las ventas- pero no la actitud. Ni la música. Y este «Rock’n’ Roll homicide» es la muestra más clara, más directa. No hay más preguntas, Señoría. Frank Meyer y cía, son los mejores abogados que me podía buscar. Dicte usted su sentencia, pero que no me falten cervezas ni distorsión.
The Silver Lignings – Pink Fish
Toca cerrar la lista y para ello corro como un fugitivo buscando un río por donde pueda poner tierra de por medio por el hastío que amenaza cada vez que cierras los ojos un domingo por la noche. Cierro los ojos, me dejo llevar. Efluvios oníricos me transportan por un colchón sonoro en el que saltan sobre mi con una sonrisa cómplice peces rosas que señalan la próxima estación donde no me bajaré a menos que venga el revisor y me expulse por viajar sin billete. Mi pasión desmedida por la distorsión y los sonidos duros también tiene su contrapunto cuando me encuentro con la psicodelia. Sin drogas a mi alrededor desde hace décadas, la transmutación de mi mente la dejo en mano de gente capaz de hacerla volverse líquida y no querer volver mientras duran las canciones. Los malagueños The Silver Linings es de ese tipo de gente que me atrapa. Me cuesta explicarme, porque las sensaciones son para vivirlas más que para tratar de ponerlas en común a través de la palabra. La vida se nos escapa en explicaciones sin sentido y que al final comprendes que nadie realmente te ha pedido. Hoy necesito darlas, cuando me pregunto a mi mismo, porque The Silver Linings o muchas otras bandas que militan en esta lista, no se cuelan en los gustos no ya mayoritarios, pero si al menos entre los que deberían abrir sus puertas a estos peces rosas.
Visto que coincidimos bastante me atrevo a recomendarte el disco de los gallegos Zalomon Grass!