Sobre la época imperial francesa se han rodado innumerables largometrajes y no pocos productos televisivos pero en pantalla grande no se han podido ver tantos con la figura central de Napoleón como protagonista. Así, a “vuelapluma” recordamos la monumental obra muda de Abel Gance, tema que retomó muchos años después en “Austerlitz” sobre la famosa batalla victoriosa del galo, más épica en “Waterloo” de Sergei Bondarchuk con su trágica derrota e incluso Marlon Brando interpretó a Bonaparte en “Desiree” aunque la cinta de Henry Koster giraba más en terrenos sentimentales.
Y un poco de todas encontramos en esta epopeya dirigida por Ridley Scott cuyos mejores momentos giran en torno a los enfrentamientos bélicos pues epatan sus imágenes de Austerlitz, de Waterloo, de Borodino, de Egipto o de Tulum aunque se centra, quizás en exceso, en el amor de Napoleón y Josefina. Todo muy bonito, con filtros de cámara, grandes planos palaciegos, vestuario impoluto, nula suciedad y unos diálogos que en más de un momento rozan la comedia involuntaria. De hecho, en unas cuantas secuencias recordamos la demoledora crítica de “Le Figaro” que subtitulaba la película como Barbie y Ken en la época del Imperio. Y eso lastra el resultado final pues el guion de David Scarpa es muy flojo, lleno de clichés y con todas las modas morales de la actualidad. Un “libretista” que ya había trabajado con Scott en la fallida «Todo el dinero del mundo».
Y es que Ridley Scott al no escribir sus historias depende en exceso del material que le entreguen. Hay que reconocerle un gran talento visual y además es un hábil artesano que no sobrepasa el presupuesto nunca pero el gran número de filmes que dirige incide proporcionalmente en la calidad en una filmografía que con la excepción de la estimable “marte” está jalonada de errores en los últimos diez años como las dos precuelas de su obra maestra “Alien, el octavo pasajero” como fueron “Prometheus” y “Alien: Covenant”, la absurda “Exodus: Dioses y reyes”, las irregulares “El consejero” y “la casa Gucci” o su anterior «El último duelo», con la que “Napoleón” guarda cierta relación al trasladar una película de época a los usos y costumbres de actualidad, convirtiendo todo en un delirio pero con gran pulso en el combate.
“Napoleón” adolece de los mismos defectos que buena parte de su obra de época, aunque es curioso pero su “opera prima” “Los duelistas” estaba ambientada en las guerras napoleónicas y no contenía este número infame de lugares comunes, pero también de sus espectaculares secuencias de guerra, como sucedía en algunos de los títulos reseñados antes o en “El reino de los cielos” e, incluso, su archiconocida “Gladiator”. Demasiadas cintas en poco tiempo que le han hecho vanagloriarse de dirigir cuatro largometrajes en lo que Scorsese sólo dirigió «Los asesinos de la luna» (curioso pero ambas son producidas por Apple). Los resultados son claros a favor del realizador neoyorkino.
“Napoleón” es una adaptación fastuosa, de gran presupuesto, tan espectacular por fuera como vacía por dentro. No creemos que llegue a trascender y su floja aceptación lamina un tanto sus posibilidades en la temporada de premios, si bien su pareja protagonista es eficaz con un Joaquin Phoenix en un caramelo de papel aunque le hemos visto mejor en otros personajes y una Vanessa Kirby que funciona y que demuestra las buenas sensaciones que había dejado tanto en las dos primeras temporadas de «The crown» (aunque era demasiado bella para encarnar a la Infanta Margarita) y en su espectacular interpretación en «Fragmentos de una mujer».
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