Cierro esta triada ‘mainstream’ (muy entrecomillada tal y como está la mierda de industria musical hoy en día…) con cierta tristeza. Me explico. Por muchas razones, los discos de Queens Of The Stone Age, Therapy? y los protagonistas de hoy, Rival Sons, me han tocado la fibra más de lo esperado y no he parado de escucharlos incesantemente desde que salieron a la luz. ¿Nostalgia 90’s?, puede ser, ¿estados de ánimo similares a quien suscribe en la actualidad?, seguramente sí, pero lo que tengo todavía más claro es una y otra vez he disfrutado con ellos plenamente desde que se publicaron, me he refugiado en ellos, he llorado y desahogado agobios, también me he enfurecido y frustrado y, sobre todo y ante todo, me he dado cuenta de la gran colección de canciones que han facturado y del nivelazo que se siguen gastando disco tras disco…
‘Nadie quiere morir’, puede ser una obviedad, pero en los tiempos que corren hay que gritarlo más de lo que debiéramos…
Su disco o, mejor dicho, su ‘doble’ disco (tienen una segunda parte ya lista a publicar en octubre), es, aparte de su colección de canciones postpandemia, una apuesta por mostrar las dos caras de la moneda, un ying y un yang claramente contrastados, un doble punto de vista, desde el lado más oscuro y tóxico, pero también desde la parte más luminosa y mirando hacia delante. Darkfighter (2023) es la primera parte y se publicó a principios de junio, en líneas generales y tal y como reza su título y subyace de su amenazante portada con ese tigre emergiendo de la más absoluta oscuridad, se jacta de ser un tracklist oscuro y ciertamente angustiante, pero aquí es donde podréis comprobar lo bien que se mueven Jay Buchanan y Scott Hill en los medios tiempos de opresiva nostalgia. A excepción del explosivo y atronador single «Nobody Wants To Die» y de la calma-tormenta implacable de «Guillotine», Darkfighter es una absoluta delicia en su tinieblosa emocionalidad, «Mirrors» es una zeppelinada psych prog alucinante para abrir fuego, poco se lleva con «Bird in the Hand», aunque quizás ésta esté más cercana a Queens Of The Stone Age por ese riff tan cortante y marcial. «Bright Light» y «Rapture» son especialmente bellas, folk blues psicodelia en donde Buchanan y Hill sacan lo mejor de sí mismo a pesar de que la base rítmica de Dave Beste (bass) y Mike Miley (drums) no deja de estar presente. Después del mencionado «Guillotine», el disco acaba con una atmósfera psicodélica envolvente y con una carga épica más que notable con dos temazos como «Horses Breath» (cercana a los The Cult del último disco) y la epicidad a fuerza de contrastes rítmicos de «Darkside» mostrando la cara más desnuda y frágil de la banda, pero también la más furiosa y desbordante. En conclusión, todavía me sigo haciendo las mismas preguntas cada vez que reseño un disco de los californianos, ¿por qué no gozan todavía del estatus de primer nivel que llevan mereciendo desde aquel Head Down de 2012?, ¿por qué no se codean con los mencionados QOTSA, The Black Keys, Foo Fighters y demás bandas Indie Rock con una discografía tan exuberante y repleta de aciertos?, en fin, o son muy íntegros y no quieren ‘venderse’ o los misterios de la música son bizarramente insondables…
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