El Tío Pepe Festival tiene vocación internacional pero sin olvidar lo local, artistas foráneos y nacionales copan su programación pero si, parafraseando a Hegel, tenemos que pasar de lo particular a lo universal en esta novena edición se han celebrado dos conciertos que enarbolan la ciudad de Jerez. El primero fue el del tenor Ismael Jordi, gloria operística nacida en la ciudad y el segundo el que aconteció el 10 de agosto en el Patio de la Tonelería de las Bodegas González Byass.
Y es que como han reconocido Estrella Morente o Tomatito en la presente edición actuar en Jerez de la Frontera es doctorarse en la “cuna del flamenco”. Y este Solera y Compás va camino de convertirse (si no lo es ya) en el festival por antonomasia de este tipo de música en el verano andaluz. Un reclamo de capital importancia para los múltiples seguidores de este género tan español pero tan internacional a la vez.
Y la sesión del día era de las importantes o así pareció entenderlo el público allí congregado con un lleno que ofrecía el amplio recinto. Los protagonistas eran Jesús Méndez, puro cante de Jérez, Antonio Reyes, bandera de Los Puertos, Pedro el Granaíno y Diego del Morao, hijo del mítico Moraíto y también jerezano. De hecho buena parte de esta primera estuvo dedicada al gran guitarrista fallecido en el 2011.
Comienzan Antonio Reyes y Diego del Morao con la emoción de una soleá dedicada a Moraíto. Ambos portan chaqueta y camisa negra (la de Antonio es de raso). Emocionan primero los dos solos aunque se le unen dos palmeros y la caja. El sonido es el adecuado. Perfecto para acometer un tango y una bulería. El respetable acompaña palmeando como se suele hacer en esta tierra (de hecho, lo alabó hasta Ben Harper cuando tocó a finales del mes pasado en la vecina Bodega Las Copas). Una primera parte que acabó con un fandango tan aplaudido como el resto.
Por estas casualidades de la vida (o no) Moraíto Chico falleció justo hace doce años y su hijo está aquí presente. La emoción se hace visible cuando deja de tocar sentado y se levanta para entonar una sentida bulería, ayudado por el compás en la percusión de Andrés Carrasco y dos palmeros más. Carrasco es cuñado de Diego del Morao y por lo tanto yerno de Moraíto Chico. Ellos acometen un perfecto instrumental hasta que entra en escena Pedro El Granaíno, todo elegancia en su forma de entonar, sobre todo cuando se queda solo en el escenario con su traje chaqueta de color claro y pañuelo de lunares blanco y negro. Un martinete que suena de otra época acompañado de Diego con la guitarra. Sigue un fandango y una seguiriyas y ya con palmas y caja unas bulerías. Son momentos de flamenco antiguo, de otro tiempo, de cante jondo.
El evento lo presentó el bailaor Joaquín Grilo, con pañuelo negro, traje de terciopelo y camisa blanca. Es evidente que nos iba a ofrecer su arte con los pies. Y a compás por tangos se arranca, primero con voz “a capela” y luego con palmas y caja, sin voz ni guitarra. El público se encuentra enfervorizado cuando ataca una bulería, incluso bailando a la contra.
Luego llega otro “plato fuerte” de la noche como es Jesús Méndez con Diego a las seis cuerdas, con su voz más fina y elegante enarbolando la bandera del nuevo cante aunque sea de un familia de rancio abolengo en el mundo del flamenco. Con chaqueta azul marino y pañuelo blanco en la solapa comienza con una malagueña. Luego un fandango y una soleá dedicada a la familia de Diego. Más fandango y sorpresa con la interpretación de “Cuando tú no estás” de Raphael (otro que también estuvó esta temporada en el Tío Pepe Festival). Final “a capela” con fandango y bulería, con baile final incluído.
Bis con un fandango “a capela” y sensación de noche mágica tras dos horas y veinte minutos de duración que dejó una grata sensación a los presentes. De agradecimiento. Tanto como el que debe este modesto cronista a Carlos y a Silvia para escribir esta reseña.
Fotografías: Adrián Fatou (Cortesía de Tío Pepe Festival)
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