Hace escasamente unos meses, mientras ojeaba el especial cincuenta aniversario de Popular 1 – revista de cabecera para este que trata de juntar cuatro letras con orden a la hora de tratar de describir algo tan orgánico como es el sentimiento que provoca la música en el espíritu – pensaba con media sonrisa cómplice en como Raphael protagonizó su portada del primer número en 1973 y lo que sería conseguir cerrar el círculo en modo de homenaje en Rock The Best Music. ¡Pues llegó el momento!. Un viernes de julio, a las 22.15 horas, La Bodega Las Copas acogía en nombre del Tío Pepe Festival la aparición de Raphael sobre su escenario, y ahí estábamos, dispuestos a reivindicar un artista al que cualquier cajón donde lo queramos acomodar buscando una definición sencilla se le queda pequeña, porque hay artistas que están por encima de los límites imaginarios que tratan de definir aquello cuya única razón de ser es la sanación del alma en nombre de la canción.
Con un lleno demoledor, Raphael se presentaba ante el público, su público, con esa majestuosidad que no se aprende en ninguna academia sino con la que se nace, que fluye de cada poro e impregna a todo aquel que se rinde sin remisión ante su magnetismo. En un muy buen estado de forma y de voz, la velada no podía comenzar de mejor manera que con «La noche» dejando claro ser un animal de escenario y que ese es su reino, donde se siente imbatible. Cuenta con una banda fabulosa que empuja con fuerza pero que en ningún instante es capaz de eclipsar la figura del de Linares. Sus gestos, movimientos, el porte, ese temple forjado por los años y los escenarios conquista un Tío Pepe Festival que se siente parte importante de una homilía donde Raphael ejerce de gran y único pastor conocedor de sus dotes y que se reinventa constantemente añadiendo a clásicos como «Sigo siendo aquel», «Digan lo que digan» y especialmente a ese himno que ha traspasado cualquier barrera generacional llamado «Mi gran noche» donde incorpora ritmos actuales junto a una gran influencia de la música disco.
Pero además Raphael tiene nuevo disco, «Victoria», motivo central de esta nueva gira y presenta en directo alguna de sus canciones como es el caso de «Para seguir en pie», «A punto de besarte», «Victoria» o la intensa «Lo saben mis zapatos» que sentado frente al público, nos la ofrece contándonos que «…es una canción especial, tan especial…» para cantarla solo con el acompañamiento del piano. Cabe señalar que en todo momento la banda que le acompaña despliega un gran poderío con presencia omnipresente de las guitarras que adquieren protagonismo, apostando con fuerza por una potencia inusual que acerca su sonido a reminiscencias rockeras que no desentonan ni un solo instante, todo ello junto a una sección de viento imponente. Esto queda presente y certificado en canciones como «El Carrusel». Otro de los momentos álgidos lo disfrutamos con «Work song» que Raphael grabó en 1967 y que muestra hechuras de Southern soul sobre todo auspiciado por los vientos que también aportan esa inspiración soul en «Estuve enamorado».
Después de la conocida «La quiero a morir», nos regala un set acústico repleto de canciones de sobras conocidas que lleva a su terreno y que hacen las delicias de todos los presentes, varias generaciones unidas y mezcladas con el nexo común de la voz de Raphael. «Llorona» – que detiene por un golpe de tos, reanudándola con profesionalidad y humor- , «Gracias a la vida» y «Fallaste corazón» para volver al sonido eléctrico y esta vez dirigir el set list a su faceta de cantante melódico que tanta gloria le ha dado durante estos 60 años de carretera, sonando imprescindibles como «Estar enamorado», «Se nos rompió el amor», «En carne viva» y «Frente al espejo». Dos horas pasadas sobre el escenario y haciendo gala de una entrega descomunal, afronta el tramo final del concierto con un emocionante «Frente al espejo», desatando la locura – más aún – con «Que sabe nadie», «Escándalo» y la despedida de la mano de «Como yo te amo» cantada empañada por la emoción del momento por el público. Una noche inolvidable de un artista especial, único. Como el mismo cantó con rabia y fuerza: «Yo sigo siendo aquel, el mismo, el Raphael de siempre».
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