Uno de los grandes dilemas de la sociedad desde que fue capaz de adoptar la necesidad de considerar los dilemas morales a mi parecer es el del uso de la violencia. Su justificación cuando se hace uso de ella y su condena cuando se padece. Su uso arbitrario como camino hacia la paz aunque sea una clara contradicción en ambos términos. El silencio complice frente a la acción del aliado o la posibilidad de proveer de negocios su fin. La banalidad de su apropiación por el poder para revestir cualquier atisbo de protesta del dominado, la minimización de su efecto cuando recorre el camino inverso. La última carta de la baraja que resulta siendo la mayoría de las veces un as escasamente disimulado escondido en la manga. La violencia lejos de su uso físico se envuelve en rabia cuando utiliza otros canales legítimos para denunciar el yugo opresor que se manifiesta de manera distinta acorde a los tiempos pero termina siendo el mismo perro con distinto collar.
«Femina furens» o mujer furiosa si lo trasladamos del latín a nuestro idioma, es el título del nuevo disco del duo Djunah, una declaración de principios que envuelve un trabajo de fuerza descomunal e ira dirigida con acierto y consciencia plena. La voz, guitarras y letras (influenciadas por la poesía de Gerard Manley, Sylvia Plath y John Donne) de Donna Diane junto a los ritmos marcados por la batería de Jarde Karns nos planta frente a los sentidos una oleada incandescentes de guitarras furiosas comandadas por una voz que destila perfectamente todo aquello que pretenden resaltar con su música y letras. Es imposible no tener en mente a alguien como PJ Harvey como referencia vital pero llevada a un punto de agresividad que sobrepasa el límite de la de Bridport, reconduciéndolos hacia territorios más crudos cruzando la frontera hacia estridencias metálicas en multitud de ocasiones. Sin duda uno de los discos que más me ha marcado en lo que llevamos de año.
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