Serie bastante extraña pues suscribo al cien por cien al crítico estadounidense que decía que “Pam y Tommy” tiene tres primeros episodios llenos de diversión y cachondeo, repleto de apuestas creativas tontas y nostalgia noventera del primer internet, seguidos por otros cinco diseñados para hacer sentir culpable al espectador por ese gamberro disfrute.
Y es que en esos tres apoteósicos episodios disfrutamos con el robo de la caja fuerte de los Anderson- Lee visto el trato infame que gasta el “neanderthal” de Tommy Lee, lo cuál es más que posible que fuese ese su carácter pues ya sabemos cómo se las gastaba el batería de Motley Crüe: un niño grande, enamoradizo y desfasado como dejaba claro el libro y la película de “The dirt”. También observamos la importante relación que tiene con su kilométrico pene, con momentos impagables como la desternillante conversación de humano y apéndice viril sobre si casarse o seguir con sus juergas lujuriosas. Pamela Anderson aparece retratada como una “sex symbol” sin muchas luces, algo promiscua con tipos tóxicos que se enamora del músico como antes de otros “chicos malos” como podemos ver en la reunión con sus amigas charlando sobre hombres aburridos como posibles parejas.
Y por otro lado tenemos a Rand Gauthier, un don nadie humillado por Tommy Lee que al robar la cinta contacta con viejos conocidos del mundo del porno para ganar dinero y hacer el mayor daño posible a quien le estafó y dejó casi en la ruina. El problema es que Gauthier es un perdedor y todas sus divertidas acciones del inicio tendrán devastadoras consecuencias a partir del extraordinario final del episodio donde Pamela Anderson en un fantástico monólogo explica por qué le gustaría parecerse a Jane Fonda, logrando un paralelismo bastante más sencillo de entender de lo que “a priori” podría concebirse. A partir de ahí es verdad que el tono varía y se empiezan a vislumbrar toda la problemática que tuvo que lidiar la pareja, entrando en escena seres despiadados del mundo erótico capaces de despedazar a ambos para conseguir el mayor número de suscriptores, ventas o dañar a sus rivales. En esa afrenta “Pam & Tommy” deja claro que quien más sufrió fue la “vigilante de la playa”, fracasando en su incursión al cine con “Barb wire” (aunque la cinta era lamentable), sufriendo un primer aborto y perdiendo numerosos contratos frente a Tommy Lee que acusaba el vértigo de los noventa donde las ventas de “Generation Swine” eran bajas pues su momento había pasado desplazado por la moda “grunge” de entonces que deja bastante claro la presentación del álbum en un pequeño aparcamiento frente a unos pocos fans mientras aparecen jóvenes ataviados con camisetas de Soundgarden o Rage against the machine mirando estupefactos.
Un guion extraño, a ratos genial pero con unos cuantos personajes secundarios que no terminan de estar del todo definidos, dejando el peso de la trama a los tres personajes centrales que bordan sus papeles. Tanto un Seth Rogen convincente que da la réplica a unos incuestionables Sebastian Stan, acierto de “casting” y que a buen seguro que está aquí no por su papel en “El soldado de invierno” de Marvel sino por su pletórico papel en «Yo, Tonya», ya que el responsable de esta Craig Gillespie también realiza los inolvidables primeros capítulos. Su caracterización es formidable pero, incluso, inferior a la antológica Pamela Anderson de Lily James, actriz al alza aunque con algún revés importante como la nefasta nueva versión del «Rebeca» de Hitchcock.
Robert D. Siegel ha conseguido crear una miniserie entretenida con muchos mejores momentos que malos, a pesar de las lagunas de guion con algunos secundarios, dejándonos una muestra de lo que fueron esos tormentosos primeros años de la red, marcado por la absoluta libertad a pesar de que pudiese resultar casi delictivo. En la actualidad se ha perdido esa frescura como se demuestra que el libertinaje de las bandas de rock no se muestra o se esconde pues si aparece algún video o propuesta incómoda esa persona queda despedida fulminantemente o cancelada por los nuevos censores aunque no exista resolución judicial ni nada parecido. O acaso ¿existen hoy tipos tan inmaduros y peligrosos como Tommy Lee?; un niño grande con no demasiadas luces que tocaba la batería como un animal.
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