Cuando España ganó el Mundial de Futbol en Sudáfrica todos los focos apuntaban a los jugadores del Barcelona o los del Real Madrid. Ellos eran la base del equipo, los más reconocidos, famosos y admirados por aficionados y prensa. Pero en esa columna vertebral aparecía un más modesto lateral izquierdo, titular indiscutible pero de un conjunto sin tanto nombre llamado Capdevila. Lo mismo sucedía con el título en el Mundobasket de Japón con los intangibles de Carlos Jiménez, jugador del Estudiantes que minimizaba la aportación de las estrellas rivales aportando mucho en la sombra aunque las luces eran para tipos más mediáticos. Personas que nunca tendrán el reconocimiento que merecen. Una analogía que puede trascender perfectamente con los Saxon, ya que no han logrado el éxito arrollador de unos Judas Priest o Iron Maiden (si hablamos de la New Wave of British Heavy Metal) pero ahí siguen desde los ochenta haciendo estupendos discos y unos directos donde el seguidor “heavy” ni el amante del rock podrá poner un pero. Los he visto en innumerables ocasiones y jamás he asistido a un mal concierto, ni en sala en solitario, ni en macrofestivales con tiempo reducido ni como cabezas en pequeños y medios festivales.
Con “Carpe diem” vuelven a ofrecer otro gran disco, con el añadido que han retomado la senda del sonido clásico, más enfocados en el “heavy metal” de siempre aunque con los toques de “power metal” con los que llevan experimentando desde hace más de una década. Un álbum de duración media (pues no llega a cuarenta y cinco minutos de duración) donde podemos comprobar el buen estado de los británicos, con un Biff Byford que sigue manteniendo un estimable tono vocal, mucho mejor que la mayoría de sus compañeros de quinta pues no olvidemos que su mejor época nos conduce a los lejanos principios y mitad de los ochenta. Su voz sigue trasmitiendo fuerza como podemos ver con el la inicial “Carpe diem (seize the day)”, un movido tema con un estribillo que es sencillo memorizar a la primera (constante no sólo en disco sino en la trayectoria de los Saxon). Guitarras afiladas las del miembro fundador Paul Quinn y el último en llegar Doug Scarratt (a pesar de que lleva veinticinco años con la banda siempre será el nuevo, algo así como pasa con gente que lleva toda la vida en una formación y siempre será el “nuevo” como Brian Johnson en AC/DC o Ron Wood en los Stones). Tras el corte homónimo llega la irresistible “Age of steam” donde también podemos observar la excelente base rítmica de Nibbs Carter y Nigel Glocker al bajo y batería. Un comienzo poderoso que termina de explotar con “The pilgrimage”, un medio tiempo bellísimo con infinidad de papeletas para situarse entre las mejores canciones del año. Ecos de esa obra maestra que es “Crusader” resuenan escuchando su perfecta melodía. Un recuerdo que nos llega también al ver esa portada sobre un verde campo donde dos soldados romanos avanzan portando el estandarte del SPQR. “Carpe diem” sigue avanzando con paso firme con la potente “Dambusters”, reconocible en el estilo de los Saxon que antecede a otro “plato fuerte” como es “Remember the fallen”, sentido homenaje a los fallecidos por la pandemia, interpretada con gusto y clase y que con su antológico “riff” y estribillo nos lleva a otros tiempos donde la música con guitarras y la actitud (y aptitud) políticamente incorrecta eran piedras angulares de la industria discográfica y las bandas de rock, antes de perderse los instrumentos en las composiciones y quedar todo bañado por las políticas de la cancelación y la ofensa por casi todo. Tal vez no fuesen mejores tiempos pero sí más sencillos para escuchar Lp’s.
La cosa sigue con “Super Nova”, más clasicismo con ciertos puntos en común en el estribillo con la primera canción “Carpe Diem”, seguido de otro magnífico corte como “Lady in gray”, algo más calmado pero igual de efectivo demostrando que Saxon posee la fórmula de conseguir melodías, riffs y estribillos magistrales sobre líneas vocales estratosféricas, cosa que se confirma en esta parte final con esta y la siguiente “All for one”, rock en estado puro. Como todo en esta vida tiene un final, “Black is the night” nos deja momentos de gran interés, guitarras en modo “apisonadora” (y un cierto deje “power metal”) que antecede al colofón con “Living on the limit” similar a la anterior y que une el clasicismo ochentero con el “power metal”. Quizás esto último sea el único, aunque pequeño y menor, defecto de un trabajo compacto, estupendo y que vuelve a demostrar que Saxon es una de las mejores formaciones que ha aportado no solo el metal inglés o europeo sino mundial pues, huelga decir, que siguen sacando discos de altura frente a otros que siguen viviendo de glorias pasadas. Absoluto respeto por los de Biff Byford y Paul Quinn.
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