Se ha hecho esperar, la enésima espera que se eterniza por el maldito virus, pero ya podemos disfrutar de la primera tanda de episodios de la quinta temporada de La casa de Papel. Esta quinta temporada ha sido dividida en dos volúmenes de 5 episodios cada uno. ¿Qué queréis que os diga? La serie sigue fiel a sus principios (algo trastocados tras el fichaje por Netflix) de dar un digno espectáculo a nivel planetario. Y vaya si lo consigue.
Tras el inicio forzado y poco creíble de la tercera temporada (la más floja con diferencia) y el «jaque mate, hijo de puta» con el terminaba la cuarta, solamente nos quedaba asistir a un final digno que nos dejara un buen sabor a pólvora en la boca. Todo indica en estos primeros 5 episodios que la cosa va por buen camino. Estos adrenalíticos episodios se pasan en un suspiro y mantienen en vilo al espectador (que es de lo que se trata). Con lo que podemos decir que el objetivo está cumplido (al menos, parcialmente). Habrá que ver cómo se desarrolla la trama en los 5 episodios que nos separan del final (esperemos que definitivo) de La casa de papel.
Cierto que se le ven demasiado las costuras a los guiones (nada realmente nuevo). Abusan demasiado de flashbacks innecesarios para contarnos cosas que no nos interesan. Truco barato para rellenar minutos y rebajar la tensión. El flashback de Berlín (el personaje más jugoso de la serie) tiene cierto interés y espero que conecte con la trama principal en algún momento. No olvidemos esa frase de Berlín a su hijo Rafael: «Si de verdad quieres algo en la vida, debes robárselo a quien lo posee». También hay un breve flashback entre Tokio y Nairobi, no está mal. Sin embargo, el flashback de Tokio y su novio resulta del todo innecesario. Para más inri, si el novio está interpretado por Miguel Angel Silvestre (que será muy guapo y estará muy cachas pero no resulta creíble) la cosa pinta realmente mal. Todo un error de casting, aunque no es el único ni el más doloroso. Considero otro enorme error el casting del grupo de militares zumbados bajo el mando de Sagasta. Me resultaron una caricatura sacada de un cómic de Ibáñez. Un reflejo deformado de lo que debería ser un grupo de villanos, sobre todo si los comparamos con los buenos momentos que nos ha brindado el cabronazo de Gandía (ése sí que es un villano de una pieza). Otro rival memorable (algo crucial para mantener la tensión) es la inspectora Sierra (Nawja Nimri) quien está a la altura de lo previsto y nos ofrece una de las escenas más impactantes de la serie. Hay que ver lo gran actriz que es Nawja y lo poco valorada que ha sido.
Pero perdonamos de buena gana todos los fallos y licencias ya que la trama principal sigue siendo tan adictiva como de costumbre. Tampoco debemos olvidar que llevamos 3 temporadas para un atraco, demasiado tiempo por mucho que el guión esté plagado de giros inverosímiles y planes de lo más sorprendente. Son ya 5 temporadas en las que Alex Pina nos pide que no nos pongamos muy quisquillosos y pasemos por alto las leyes de la física. Pero la fórmula sigue funcionando a pleno rendimiento. Hay que admitir que las escenas de acción están perfectamente planificadas, rodadas, y montadas. Pero es el carisma de los personajes lo que sigue apuntalando la serie por mucho que la acción haya ganado protagonismo. En estos 5 episodios hay más tensión, explosiones y tiros que en todo el resto de las temporadas juntas. Aunque algunos diálogos nos resulten poco creíbles (como el de Manila y Denver en la cocina mientras se enfrentan a una muerte casi segura) el entretenimiento no se resiente. No cabe duda que estos 5 episodios nos han dejado no pocos momentos de diversión (y algún disgusto) de esos que hacen época. Espero comprendáis que no me explaye más para no spoilear la trama. Eso sí, hay una escena que es clavada a esta escena de El profesional.
Lo dicho, en la recta final y a pesar de sus múltiples defectos, La casa de papel se encamina con paso firme hacia un explosivo final que promete no defraudar a nadie.
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