«Train to Busan» fue una enorme sorpresa en su día. Una cinta de zombies que nos llegaba de Corea, donde unos personajes tenían que escapar en ferrocarril desde Seúl a la supuesta zona libre de Busan. Acción a raudales y escenas inolvidables tanto dentro de los vagones como la inolvidable secuencia en una estación, con los muertos vivientes pisando los talones. Tanto fue el éxito que se hizo una precuela de animación, más o menos velada, que sin llegar a los límites de su predecesora mantenía el tipo.
Tras sus dos grandes “espaldarazos” y tras “Psychokinesis”, Yeon Sang-Ho vuelve con la supuesta secuela de su título más célebre. Y decimos lo de supuesto, pues a pesar de que en su original sea “Train to Busan 2” y siga con los no muertos como protagonistas, poco o nada tiene que ver con la primera parte. Ni argumento, ni personajes ni siquiera alguien del reparto que hile una historia con otra. Lo que tenemos aquí, es una zona dominada por las criaturas y unos cuantos humanos que luchan por sobrevivir, combatiendo contra las hordas caníbales o acabando detenidos por unos desalmados quien practican un extraño deporte con personas desarmadas. Una mezcla entre cintas de supervivencia tipo “Los juegos del hambre”, “Rollerball” o “Perseguido” unido a “28 días después”, el abuso de los que tienen el poder contra quien no lo tiene como se podía ver en más de una temporada de “The walking dead” y las aventuras con persecuciones con vehículos en espacios apocalípticos a lo “Mad Max”. El problema es que este conglomerado de referencias no termina de explotar en ningún momento, pasando de momentos con cierto interés a otros pasajes disparatados merced a un guion irregular y desquiciado que parece que quiere contar mucho más de lo que consigue y al que no ayuda las histriónicas interpretaciones, unos efectos especiales mejorables y algunos momentos de absoluto ridículo. Lejos. Muy lejos del resultado de “Train to Busan”.
Y eso que no empieza mal. Con un arranque que promete otra cosa, con un infectado juguetón dentro de un barco. Un lugar del que es imposible escapar y que ha funcionado bien en el pasado con otros seres asesinos como los templarios de “El buque maldito” de Amando de Ossorio, Jason en la octava parte de “Viernes 13” o en el inicio del clásico de Lucio Fulci “Nueva York bajo el poder de los zombi”. Son los mejores momentos, donde se puede notar el agobio de un lugar cerrado donde se complica el esconderse y huir pero que al salir a campo abierto pierde mucha de la gracia de la primera parte y del prólogo de esta, convirtiéndose en una parodia de sí misma, con tipos crueles que disfrutan con el sufrimiento ajeno, coches teledirigidos por niñas pequeñas, otros automóviles acorazados y a prueba de balas conducidos por madres e hijas y un equipo de rescate que parecen los marines estadounidenses a la caza de Bin Laden. Todo previsible, mal narrado y con incontables lagunas en su libreto, con un montaje en paralelo que tampoco ayuda, pues va saltando de un escenario a otro sin continuidad para unirse en el final.
Y es una pena porque “Train to Busan” era un “soplo de aire fresco” en el cine de terror actual pero Yeon Sang-Ho no ha conseguido acercarse con el resto de su filmografía. Aquí intenta aprovechar el rédito de su obra maestra, lo que ha logrado, si bien no en cuanto valores artísticos, sí en repercusión pues, por ejemplo, se ha estrenado en prestigiosos festivales, como el de Sitges, y en la cartelera española aunque a buen seguro que “Península” se olvidará con cierta rapidez. Un producto más, dentro de un subgénero con, todavía, numerosos seguidores.
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