«Estación Seúl» parece una precuela de «Train to Busan«, de la que hablamos hace poco tiempo en Rock, The Best Music. Lo que sucede es que Yeon Sang-Ho ha realizado ambos títulos el mismo año, uno en acción real y otro en animación. Y ambos funcionan de maravilla, ya que los dos se dedican a contar una historia donde es sencillo empatizar con los personajes, o por lo menos entender sus reacciones, mezclándolo con el holocausto que significa intentar escapar de una invasión zombie. Hora y media de metraje donde una buena parte de su primer acto se dedica a presentarnos a los diferentes personajes, no siendo necesario mostrar como se originó el brote, sino solo enseñar quien fue el «paciente cero» que inició la pandemia.
Y todo ello filmado con la técnica de animación limitada, donde no es necesario que se muevan todos los objetos (animados e inanimados) de la superficie de la toma, por lo que no se requieren tantos planos y se abaratan los costes de producción. Una forma de rodar de la que es su principal estandarte el japonés Hayao Miyazaki y su «Studio Ghibli» que consigue gracias a usar la animación limitada que el dibujo sea de un perfeccionismo que abruma y que puedan tener una mayor duración en clásicos como «Porco Rosso», «La princesa Mononoke» o esa obra maestra que es «El viaje de Chihiro». Una forma de entender el cine que se aleja de la animación total cuyo máximo exponente sería Disney y donde el movimiento es en todos los personajes y objetos.
«Estación Seúl» transita en su mayoría en esa parada de tren en la capital coreana, la mayor en dimensión, donde conviven vagabundos y gente sin hogar. Unos desarraigados a los que nadie tiene en cuenta y donde uno de ellos comienza el contagio ante su impotente hermano que no consigue que se le escuche ni en los hospitales ni en la comisaría por su condición de «sin techo». A ellos se suman una joven ex prostituta que quiere acabar con su antigua y penosa vida, su novio, un estúpido muchacho que quiere aprovecharse de la belleza de su pareja y el padre de la chica que aparece para recuperar a su pequeña. Todos ellos se tienen que buscar e intentar salvarse ante una situación descontrolada y donde las fuerzas del orden y el ejército declaran la cuarentena y el estado de sitio. A pesar del tono apocalíptico y triste que tiñe toda la obra, Yeon Sang-Ho demuestra un dominio de la narrativa admirable y consigue que su inverosímil argumento parezca que pudiese suceder en cualquier momento, agradeciéndose que nunca sepamos donde se origino la cepa ni como, mostrando al primer infectado, un hombre moribundo con una herida en el cuello.
Como sucedía en «Train to Busan» los zombies quedan lejos de las torpes criaturas de George Romero o Lucio Fulci, esos repulsivos muertos vivientes agusanados, lentos y voraces que atacaban en horda aunque de los cuales era fácil escapar. Aquí se parecen más a los de «28 días después». Ágiles, rápidos y que en grupo son prácticamente imparables. Curiosa evolución, como ha sucedido con los vampiros que han dejado las aristocráticas maneras de Bela Lugosi o del Drácula de la Hammer para convertirse en una «manada» de infernales seres de fuerza y rapidez prodigiosa. Cosas de los nuevos tiempos.
«Seoul station» acaba resultando un más que aceptable producto final que demuestra el buen momento por el que pasa el cine de terror actual, atreviéndose incluso con algo tan alejado de los postulados clásicos del género como es la animación y que convierten a Yeon Sang-Ho es un nombre a tener en cuenta y que el tiempo (ese juez insobornable que coloca a cada uno en su sitio como decía José María García) es posible que acabe convirtiendo a este largometraje como un referente de culto, aun con todos sus defectos.
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