Un horrible avance consiguió que no me interesase en absoluto esta miniserie de Netflix, por lo que hasta ahora no había reparado en uno de los mejores proyectos realizados por el gigante del “streaming” en esta temporada. Eso que me perdía, pero la presencia, como protagonista de Anya Taylor-Joy, fue el desencadenante de que diese una oportunidad a “Gambito de dama”, uno de los mejores entretenimientos de los últimos años. Ni que decir tiene que la actriz, descubierta en “La bruja”, lanzada por M. Night Shyamalan y a la que hace poco hemos podido disfrutar en el «Emma» de Jane Austen, está portentosa en un papel complicadísimo, donde la gran mayoría de su interpretación es más gestual que vocal, con miradas que desvelan su estado de ánimo, tan milimétricas y atinadas como las conseguidas por Bergman con sus actrices, y en especial con Liv Ullman. Taylor- Joy llena la pantalla, acompañada por una pléyade de secundarios que rozan la perfección. Siempre se ha dicho que los secundarios son los que engrandecen un guion.
Mucho de este despliegue de talento se lo debemos al guionista y director Scott Frank, quien ya consiguió un gran éxito de crítica y público con «Godless», otro buen producto aunque lejos del enorme resultado de “The queen´s gambit”, siete episodios ambientados en los años sesenta, donde una huérfana se convierte en un prodigio en el ajedrez pero el ascenso en el deporte y en la vida tiene un reverso oscuro en una constante lucha contra sus adicciones. Todo narrado con brío y sin entrar a juzgar, lo que le da ese plus no visto, pues en estos tiempos donde ofende todo, Scott Frank quiere dejarnos claro la diferencia entre el genio y la persona. Alguien puede ser el mejor en su campo, alguien dotado de un talento extraordinario para realizar cualquier labor, admirado por todos pero eso no significa que deba ser un modelo de perfección ni un ejemplo de nada. La joven Elizabeth Harmon es única en su juego y por eso, y sólo por eso, debe ser idolatrada. El resto es un compendio de frialdad, alcoholismo, drogadicción y malas decisiones. Así se debería juzgar a todo el mundo, no como se suele hacer mezclando la vida pública con la privada o extrapolando a todo contexto el talento único. O no sorprende ver a un actor con serios problemas vitales hablar, y ser escuchado, sobre política nacional, internacional o cosas donde es tan experto como cualquier hijo de vecino. Volviendo a “Gambito de dama”, otro acierto en su historia es mostrar a los rivales, como personas, no como enemigos. De hecho, el resto de jugadores son presentados con sus miserias y virtudes pero son educados, respetuosos en la victoria y en la derrota, cosa que también acepta Beth Harmon porque, a pesar de ser un prodigio, también pierde partidas, de las que aprende y mejora. Impresionante es la reacción de los soviéticos en los últimos episodios. Algo rara vez visto en una producción estadounidense que no haya villanos.
Y si grande es su escritura, mejor es su realización, con movimientos de cámara largos y medidos, filigranas técnicas como la doble pantalla o el enfoque doble al más puro estilo de Brian De Palma y todo un muestrario de síntesis entre diálogo e imagen. Parece un rodaje de otro tiempo, donde se cuidaban estos aspectos, cine clásico que ahora tiene como último estandarte a Clint Eastwood. Con estos mimbres, Scott Frank crea una serie con clara vocación de trascendencia, donde todo funciona como un metrónomo, desde el reparto, la puesta en escena, el ritmo narrativo y de montaje, la fotografía, el vestuario, dirección artística o banda sonora. Y además contado, tanto en forma como en fondo, de una manera que se ha perdido en esa “sociedad líquida” de la que habla Zygmunt Bauman. “Gambito de dama” es un espectáculo total que engrandece la televisión, un ejemplo de por qué hasta los más acérrimos de la pantalla grande deben dar oportunidad a series que dignifican el “séptimo arte”. Quizás estemos ante uno de los productos mejor construidos en años. Y estuve a punto de no verlo, por culpa de un lamentable anuncio, que parecía contar algo totalmente diferente de lo que es esta maravilla llamada “Gambito de dama”.
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