“Domino” tuvo un estreno casi clandestino en salas, allá a finales de febrero, así que aprovechando que ahora llega a las plataformas domésticas debemos rendir pleitesía a uno de los grandes nombres del cine como es Brian De Palma, alguien que cuando falte echaremos en falta y los que hemos podido vivir sus nuevas películas en su momento nos congratularemos de ello. No sé si fue Arturo Pérez- Reverte quien dijo que el mundo se dividía en quienes habían visto Ben- Hur de estreno y los que no. Por edad, no puedo llegar a ello, ya que de los grandes del Hollywood clásico mis recuerdos llegan a ver “Ricas y famosas” de Cukor en un cine de verano en un pueblo playero de Murcia o los “Dublineses” de John Huston en la Gran Vía de Madrid. Recuerdos que treinta y tantos años después siguen vigentes como acontecimientos vitales de importancia y del inexorable paso del tiempo. De Brian De Palma vi por primera vez “Corazones de hierro” en La Vaguada madrileña en una sesión matinal (en video había visto “Doble cuerpo” (con su maravillosa carátula) y “Los intocables de Elliot Ness”). Me gustó mucho la cinta e irritó la comparación con “Nacido el 4 de julio” de Oliver Stone (por cierto, guionista de “El precio del poder”), que llegó en España pocas semanas después. Ese malestar por ser masacrado por la crítica de medio mundo no he podido olvidarlo nunca, según he visto sus producciones posteriores en la comodidad de la butaca y la pantalla grande o el resto de su filmografía en la soledad del televisor.
Nunca nominado al Oscar y sí cinco veces al “razzie”, acusado de copiar a Hitchcock y de algunos disparates más, De Palma es uno de los grandes maestros de los setenta y ochenta, del grupo de los Spielberg, Scorsese, Coppola y Lucas. Al no tener productora propia, no ha podido llegar a las cotas de presupuesto de sus célebres amigos realizadores aunque también es verdad que no se ha arruinado con estrepitosos fracasos (como Coppola con “Cotton Club” y “Corazonada” o Spielberg con “1941” o “Mi amigo el gigante”), ya que su desastre financiero con “La hoguera de las vanidades” repercutió en Warner Bros. De Palma es un mago de la puesta en escena, alguien de un tiempo de grandes planos secuencias (inolvidable la entrada de “Snake eyes”) o de larga duración, de una manera de filmar diferente y con genialidades como “El fantasma del Paraíso”, “Vestida para matar” o “Doble cuerpo”. Con los cambios de hábitos en el público, ahora se demanda secuencia montadas en forma de videoclip, efectos visuales de protagonistas y nulo riesgo en la filmación. Por ello, le es más complicado encontrar financiación para sus últimos proyectos, ni siquiera estrenados en salas comerciales, como ha sido el caso de “Redacted” o “Pasión”. “Domino” pertenece a esta categoría, hasta Dinamarca ha tenido que ir el “bueno” de Brian De Palma para rodar este filme, de nuevo masacrado por la gran mayoría de la crítica especializada, pero que buena parte de su irregularidad viene por amputaciones en su edición para que los productores escandinavos pudiesen tener un largometraje de más o menos hora y media de metraje (parece ser que la versión original duraba dos horas y veinte minutos). La cinta nos cuenta una historia de policías y malvados. Un guion de Petter Skavlan, donde se mezclan los detectives daneses protagonistas, un lobo solitario que intenta acabar con los terroristas del ISIS que mataron a su padre y preparan un atentado en suelo europeo y en medio unos agentes de la CIA. Ideas interesantes, como que el vengador de su progenitor mate a uno de los buenos al intentar huir, la amante policía del muerto se mueva también por la venganza, que la CIA tampoco busque el bien absoluto o el protagonista deba asumir la culpa de haber olvidado su arma reglamentaria en casa. Todos tienen un poso y motivaciones oscuras. Los villanos son gente horrible, fanáticos islamistas que solo desean hacer el mayor daño posible para conseguir sus intereses.
De la puesta en escena aparecen muestras del talento “depalmaniano”, desde la grúa con la que se inicia “Domino”, el espectacular enfoque doble (cuando el detenido se encuentra de cara a la pared), el homenaje a Hitchcock con la secuencia de la persecución por los tejados (como en “Vértigo” o en “Atrapa a un ladrón”), la pantalla dividida en el atentado en el festival de cine, un “glamuroso” lugar donde también ocurrían cosas siniestras en “Femme fatale”, o ese sentido de la tensión, marcado por la fotografía de José Luis Alcaine y la maravillosa banda sonora de Pino Donaggio. Lástima que parezca que faltan planos, la sensación de que se ha cortado más de la cuenta, lo que hace que personajes como el de Guy Pierce o Carice Van Houten pierdan peso. Aun con todo, hay más talento en De Palma en noventa minutos de irregularidad, como es el caso de “Domino”, que en la gran mayoría de los directores actuales.
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