Comentábamos a raíz del estreno de «Revenge» el resurgir del cine de terror francés, sobre todo a colación del éxito de «Alta tensión» y de Alexandre Aja, el nombre más importante de esta nueva hornada de directores, a partir de ese 2003 cuando se estrenó «Haute tension». Entre ellos, otro que ha conseguido hacer carrera es Pascal Laugier, quien debutó un año más tarde con la irregular «El internado», historia clásica de fantasmas que contaba con una de las musas de Lucio Fulci como Catriona Mc Coll y el descubrimiento de Virginie Ledoyen, aunque su «espaldarazo» definitivo llegaría unos años más tarde con la salvaje «Martyrs», que elevó las películas de tortura a altas cotas de brutalidad y «gore». De allí, pasó a la interesante «El hombre de las sombras», que pasó inadvertida y que pensamos que ha caído en el olvido injustamente. Y seis años después nos llega «Ghostland», nueva «vuelta de tuerca» a argumento retorcido y ambientes insanos.
Laugier vuelve a firmar el guion, que narra el asalto que sufre una familia compuesta por la madre y sus dos hijas adolescentes, a manos de dos psicópatas con un amplio historial delictivo a sus espaldas. Una pesadilla que parece no tener fin y que conducirá a estas personas a un enorme trauma. Poco podemos desvelar más sin destrozar la trama pero, como en casi toda la obra de Laugier, existen numerosos giros argumentales, más o menos tramposos pero bastante eficaces. Reminiscencias de Lovecraft en uno de los personajes protagonistas, aunque si hemos de encontrar una influencia en su «libreto» nos decantaríamos por el «Alicia a través del espejo» de Lewis Carroll, sustituyéndolo por un mundo horrible dominado por el mal.
La puesta en escena es eficaz y se nota lo mucho que ama Laugier el género, con atmósfera malsana, con una fotografía de colores fríos y pesados que aumenta la sensación de angustia. Gran trabajo el de Danny Nowak. Así como la banda sonora, donde predomina la cuerda y que merece un reconocimiento. Con esos mimbres, el Laugier director nos ofrece un catálogo de suspense con algunos planos y secuencias bien trabajadas, que evoca al mejor James Wan y mucho de las virtudes de los largometrajes de «home invasions», que tanta gloria dieron en múltiples «slashers» de los años ochenta, regados por su buena dosis de hemoglobina y escenas sexuales realmente incómodas. Para rematar las tres actrices protagonistas cumplen con sus papeles y los psicópatas funcionan con su sobreactuación. Dan miedo y además conducen un vehículo infantil que «pone los pelos de punta» solo con aparecer (como sucedía con la desvencijada furgoneta de «Alta tensión»).
La pena es que todo se enloquece demasiado en la parte final, con una huída hacia ninguna parte y posterior regreso a la casa que no se entiende demasiado bien. Eso, y los consabidos sustos a base de subir el volumen en exceso que limitan un trabajo que por otro lado se puede considerar más que digno.
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