La saga iniciada por «Expediente Warren» tiene visos de convertirse en una de las más rentables dentro del cine de terror moderna, pues a las dos oficiales dirigidas por James Wan («Expediente Warren» y «Expediente Warren: el caso Enfield»), sin duda las mejores de la serie, hay que sumar unos cuantos «spin off» como «La monja» y las dos de «Annabelle» y alguna que enlaza con la saga de forma tangencial como «La llorona». Ahora llega la tercera entrega de la horrenda muñeca de porcelana con el título de «Annabelle vuelve a casa», en un curioso caso donde un personaje surgido de la matriz supera en continuaciones a la primera. Recordemos que Annabelle era una muñeca poseída que aparecía al inicio de «Expediente Warren» y que consiguió «independizarse» en dos prescindibles películas, que al menos mantenían una ambientación cuidada y algún susto conseguido. Lo que sucede es que es complicado que un ser inanimado consiga crear terror por muy espeluznante que sea (que en este caso lo es). Pero «Annabelle vuelve a casa» sorprende, pues es la mejor de las tres realizadas hasta ahora, ya que han apostado por el modelo que tan bien funcionó en las dos andanzas de los Warren. De hecho, ellos son el hilo conductor en la presentación y el desenlace, dejando la muñeca en la vitrina dentro de la «habitación del mal» y marchándose de viaje, dejando a su responsable niñera con su hija Judy. Por allí aparece una amiga de la «canguro» que quiere contactar con su padre fallecido y por una serie de contratiempos y negligencias libera a Annabelle y al resto de demonios, quien tomarán la casa de los Warren en busca de un alma.
La historia no es mala y tiene momentos que funcionan aunque el guion se resiente en más de un momento por sus escenas carentes de lógica, ya que las tres protagonistas parecen no hacer ni caso a las apariciones hasta que como es normal, estas han tomado el control y parece tarde. Y en ese momento la obra sube de nivel con una conseguida dirección de arte, con niebla exterior y algunas criaturas que asustan como los muertos en busca de «El barquero» o «La novia ensangrentada», otros no tanto como «El samurái» o «El hombre lobo» aunque que sea toda la acción en la morada del matrimonio de demonólogos le da un plus de calidad y parece que quiere alcanzar cotas mayores. Son los mejores momentos, junto al inicio, de Gary Dauberman como director aunque no consigue que resulten creíbles algunos pasajes. Sí es interesante que, de nuevo, los espíritus malignos se fijen en Judy, la hija de los Warren, que parece que ha heredado los poderes de su madre y puede ver a los espíritus.
Un «tour de force» con la Judy de McKeena Grace de hilo conductor junto a su cuidadora y la amiga interpretadas por las jóvenes Madison Iseman y Katie Sarife, introduciendo un «partenaire» que poco pinta en la representación y como «gancho» Patrick Wilson y Vera Farmiga que aparecen en la primera secuencia, desapareciendo en el desarrollo y volviendo a escena en el desenlace, donde Lorraine Warren le espeta una frase para la posteridad a Daniela, explicando que ha aprendido la fuerza de los espíritus por las malas (recordemos que ella fue el detonante) y que no debe volver a hacerlo para, inmediatamente, después decir que se ha comunicado con su padre muerto y entregarle una fotografía que había olvidado en el sacrílego cuarto. Pero a pesar de sus muchos defectos, es un entretenimiento ligero, con eficaz realización, algunos buenos momentos y que dejan a las claras el enorme talento de James Wan. ¿Qué hubiese sucedido si dirige este «Annabelle vuelve a casa»?
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