Ryan Coogler entró por la “puerta grande” en el Universo Marvel con “Black Panther”, tras su éxito con la sorprendente “Creed: la leyenda de Rocky” (hasta ahora su mejor cinta). El largometraje adaptado del cómic fue un éxito de público y llegó a estar nominado al Oscar como mejor película por lo que no se entiende bien que desde ese lejano 2018 Coogler no se hubiese sentado a realizar una nueva producción.
“Black Panther: Wakanda forever” es su vuelta a la pantalla grande con un filme que a buen seguro será otro “taquillazo”, a pesar de que cuenta de entrada con un “hándicap” importante como resultó el fallecimiento de su protagonista Chadwick Boseman (quizás el motivo principal por lo que esta secuela ha tardado tanto en ponerse en pie). De hecho, el prólogo nos presenta la muerte del rey T’ Challa por una enfermedad no explicada. Eso permite que el primer acto pivote sobre la nueva situación del país y de la familia real debatida entre el dolor por la pérdida, por su madre la reina Ramunda y su hermana la princesa Shuri y el problema de política exterior con Europa y Estados Unidos por el control del Vibranium. Una presentación que sirve para que entre un nuevo villano, regente de un reino submarino y que deciden utilizar el terrorismo por el ataque de las potencias occidentales contra sus dominios. Un pueblo a medio camino entre el de «Aquaman» y el de “Avatar”.
A partir de ahí en un guion combativo del propio Coogler y Joe Robert Cole se nos hace una nada disimulada analogía con el expolio causado por las naciones colonizadoras sobre África y América latina. De hecho, cuando las “criaturas subacuáticas” salen del océano para regresar a su añorada tierra mexicana, esta ha sido tomada por perversos conquistadores españoles (con sus religiosos) esclavizando a la población indígena. Una irrealidad fomentada por la “Leyenda Negra” que propagaron ingleses y holandeses, curiosamente los que masacraron y esclavizaron hasta bien entrado el siglo XX. Por estas cosas del cine ahora intentan ocultar su vergüenza y expandirla hacia otra religión y país, como ha sucedido con el “western” culpando en el pasado a los indios y ensalzando al ejército.
Lo mejor de este “Black Panther: Wakanda forever” es que a pesar del maniqueo “libreto”, el ritmo al que le dota Ryan Coogler es admirable y en una cinta que pasa con claridad de las dos horas y media apenas hay bajones narrativos y la acción se sucede a toda velocidad sin que el espectador tenga un momento de respiro ni se aburra. Además el villano es estupendo pues tiene una motivación: salvar los recursos naturales que considera suyos. Un alegato ecologista que nos recuerda al de Thanos cuando quiere eliminar a la mitad de la población para mantener la sostenibilidad. A esto se suma el matriarcado wakandés que lucha por la supervivencia sin aliados (salvo el agente de la CIA concienciado).
Técnicamente impecable, con grandes efectos visuales, fotografía y banda sonora de Ludwig Goransson, el Ryan Coogler director lleva su epopeya a buen término pues sin salirse en exceso de los cánones de una película de este tipo da al espectador lo que espera. No hay demasiado riesgo pero tampoco errores de bulto. Y consigue que el déficit de perder a su estrella se salve empoderando a dos actrices, pues la primera parte la capitanea la veterana Angela Bassett y la segunda Letitia Wright, dejando en un segundo plano a Lupita Nyong’o. Poco papel para Martin Freeman, quizás el papel más esquemático y el rol más desaprovechado junto al de Dominique Thorne, una científica universitaria que acaba resultando insoportable. Sorpresa a favor Tenoch Huerta Mejía que juega con la baza de su malvado Namor, un “Ángel de la muerte” con una misión, conocido con otra película de género con “mensaje” como fue «La purga infinita».
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