Descubrimos a David O. Russell con su segundo filme “Flirteando con el desastre”, una fresca y entretenida comedia con Ben Stiller que se estrenó en salas comerciales. Luego llegó su “espaldarazo” con la sátira bélica “Tres reyes”, lo que convertía a Russell en una de las promesas como guionista y dirección de finales del siglo XX y principios del XXI aunque hasta 2010 no llegó su confirmación con los éxitos sucesivos de “The fighter” , sobre todo, “El lado bueno de las cosas” y “La gran estafa americana”. Entre las tres cintas consiguió cinco nominaciones al Oscar aunque no ganó ninguno. Tras estos éxitos su estrella se eclipsó en 2015 con los fracasos de “Un accidente llamado amor” y “Joy”.
Así que estamos desde la primera producción de David O. Russell en siete años. Y, por desgracia, no creemos que vuelva a resurgir cual “ave fénix” pues “Amsterdam” es un producto más fallido que virtuoso. Hay que decir que una de las constantes de la carrera de Russell ha sido la irregularidad pues trata temas interesantes pero con diálogos supuestamente sofisticados y escenas que, en más de un momento resultan cursis y hasta bordean el ridículo. Da la sensación de que con cada secuencia deba epatar y sorprender por su originalidad. En “Ámsterdam” todo eso se acrecienta pues en un eterno metraje de dos horas y cuarto se nos intenta narrar una especie de epopeya romántica mezclando todo tipo de géneros: desde el cine negro, pasando por el thriller, la comedia, el drama y la acción. El problema de esa indefinición es que no termina de convencer en ningún momento, a pesar de tener un prólogo de quince minutos que parece que nos puede ofrecer mucho más de lo que al final vemos en pantalla.
No sé si ha sido un modelo para su autor pero vemos ciertas similitudes con “El Hotel New Hampshire”, una de los últimos largometrajes del gran Tony Richardson donde se intentaba sorprender al espectador con multitud de realismo mágico y situaciones al límite, algo absurdos en más de un momento en un contexto bélico y que sucedía en varias décadas. Algo parecido sucede con “Ámsterdam” pero lo que en el largometraje de Richardson era crítica e incluso deseaba provocar al público aquí se convierte en un argumento surrealista, imposible de tomarlo en serio y con momentos impresentables, sobre todo con las aventuras románticas. Como broma podemos decir que en “El Hotel New Hampshire” existía una sub trama amorosa interracial con clara connotación polémica mientras que en “Ámsterdam” parece que sea la única relación amorosa posible pues si es entre blancos están marcadas por el poder, el arribismo o el dinero. Incluso el uso de la banda sonora en “El Hotel New Hampshire” se basaba en “Los cuentos de Hoffmann” de Offenbach y en la película de Russell, la música de Daniel Pemberton (sobre todo en el acto final) recuerda a la barcarola de la mítica opereta.
En lo que no se puede poner un pero es en la ambientación, la dirección artística o la fotografía de Emmanuel Lubezki que consiguen que la puesta en escena de David O. Russell resulte infinitamente mejor que el mediocre guion y pueda ofrecer el lucimiento a su estelar reparto capitaneado por el siempre eficiente Christian Bale, una Margot Robbie eficiente y John David Washington poniendo caras y poses “chulas” y unos secundarios de lujo con Michael Shannon, Mike Myers, un desaprovechado Chris Rock, Anya Taylor- Joy, Zoe Saldaña, Mathias Schonaerts, Rami Malek o uno de sus actores fetiches como es Robert De Niro.
A pesar de unos intérpretes de excepción y una factura formal impecable, su deslavazado “libreto” y esa sensación de autor genial que tiene que demostrarlo en todo momento dan al traste con este vehículo ególatra de David O. Russell.
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