Blumhouse ha conseguido rentabilizar sus modestas producciones en taquilla consiguiendo grandiosos réditos económicos basándose en cine de género. Entre las sagas más exitosas podemos encontrar las de “Insidious”, “Paranormal activity”, “Sinister” y, por supuesto “la purga” que llega a su quinta entrega más una serie de televisión.
El serial ha ido evolucionando pero dejando cierto poso crítico desde su primera entrega donde se nos muestra un mundo distópico en el que la delincuencia ha caído a límites ínfimos, canalizando la violencia de la población en una noche en el año donde está permitido la mayor parte de la delincuencia (incluido el asesinato). Ahí encontrábamos al creador de sistemas de seguridad para que los residentes en barrios acomodados y que no deseasen participar en la purga anual pudiesen descansar tranquilos. Junto a la diferencia de clases se criticaba la falsedad entre esos vecinos que ricos que envidian al que más tiene. Una jugada “redonda” que ha ido perdiéndose en las continuaciones, si bien es verdad que se ha hablado del “turismo de masas” como veneno en la convivencia, centrándose más en la explotación de los pudientes contra los desfavorecidos. En esta “La purga: infinita” vuelve a dar un giro al argumento y nos lleva a Texas donde poco veladamente se ataca a los cada vez más numerosos grupos de supremacistas blancos que pueblan el interior de los Estados Unidos y las políticas de Donald Trump. Todo ello envuelto en un entretenimiento bien llevado, merced al guion del creador de “La purga” James De Monaco que sólo se reserva las labores de escritor y productor, dejando la dirección a Everardo Gout, un mexicano curtido en la pequeña pantalla que ofrece lo que el espectador de estos productos desea ver. No es para nada original pero su realización es tan eficaz como el “libreto”.
La cinta empieza bien con una pareja que escapa a la prometida tierra norteamericana burlando en fronterizo muro. Allí el marido consigue trabajo en un rancho, demostrando su valía pero al empezar la purga anual, unos cuantos trabajadores deciden tomar el terreno donde trabajan, culpando al explotador rico de sus problemas. Algo así como lo que ha sucedido en ciertos países africanos con la descolonización y que también contó el Premio Nobel J.M. Coetzee en obras tan antológicas como “Desgracia”. Por otro lado grupos de supremacistas blancos deciden convertirse en “escuadrones de la muerte” matando a todo inmigrante y colaborador para purificar su tierra, saltándose las normas en lo que denominan una purga infinita. Eso desestabiliza el país, abriendo las fronteras México y Canadá para que puedan escapar los ciudadanos desarmados y pacíficos. Una analogía sobre la emigración que ya pudimos ver en películas de catástrofes como “El día de mañana” o la sobrevalorada serie “El cuento de la criada”.
“La purga: infinita” es un retrato singular de una América que no gusta a Blumhouse y que forma un divertido díptico con la anterior «The hunt (la caza)» donde bajo el prisma de la acción y toques de terror se escondía una fuerte carga política. La película de Craid Zobel es superior pero no hay que desdeñar las virtudes del largometraje de Gout, casi hora y tres cuartos de metraje que pasan en un suspiro, ajustando presupuesto, con un reparto sin rostros conocidos (a excepción de Will Patton) pero que funcionan y con banda sonora de los Newton Brothers, no tan ochentera como la de «Stranger things».
El horror moderno debe mucho a Jason Blum, no sólo por los títulos descritos al inicio de la reseña sino por financiar a talentos como James Wan, Scott Derrickson o rescatar del olvido a M. Night Shyamalan, cuyas últimas producciones se estrenan bajo el sello de la Blumhouse. Sin ir más lejos en unos meses nos llega “Tiempo”. Ya hablaremos de ella.
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